Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 22
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN
La historia del Perú registra más de un trance difícil, penoso, de auténtica
postración nacional. Pero, con seguridad, ninguno de ellos merece estar marca-
do tan rotundamente con el sello de la vergüenza y el deshonor como el fragmen-
to de historia que estamos obligados a contar en estas páginas. Las dos décadas
finales del siglo XX son —es forzoso decirlo sin rodeos— una marca de horror
y de deshonra para el Estado y la sociedad peruanos.
Se nos pidió investigar y hacer pública la verdad sobre los veinte años de
violencia de origen político iniciados en el Perú en 1980. Al cabo de nuestra la-
bor, podemos exponer esa verdad con un dato abrumador y al mismo tiempo
insuficiente: la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) ha concluido que la
cifra más probable de víctimas fatales en esas dos décadas supera los 69 mil pe-
ruanos y peruanas muertos o desaparecidos a manos de las organizaciones sub-
versivas o por obra de agentes del Estado.
Nos ha tocado rescatar y apilar uno sobre otro, año por año, los nombres de
peruanos que estuvieron y ya no están. La cifra es demasiado grande como para
que nuestra Nación permita que se siga hablando de errores o excesos de parte de
quienes intervinieron directamente en esos crímenes. Y es, también, demasiado
estridente y rotunda como para que alguna autoridad o un ciudadano cualquie-
ra pueda alegar ignorancia en su descargo. Este informe expone, pues, un doble
escándalo: el del asesinato, la desaparición y la tortura masivos, y el de la indo-
lencia, la ineptitud y la indiferencia de quienes pudieron impedir esta catástrofe
humana y no lo hicieron.
Hemos afirmado que el dato numérico es abrumador, pero insuficiente. Es
cierto. Poco explica ese número o cualquier otro sobre las asimetrías, las respon-
sabilidades y los métodos del horror vivido por la población peruana. Y poco nos
ilustra, también, sobre la experiencia del sufrimiento que se abatió sobre las
víctimas para no abandonarlas más. En el Informe Final cumplimos con el deber
que se nos impuso y con la obligación que contrajimos voluntariamente: exponer