Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 196
Guzmán, Montesinos y el «acuerdo de paz»
Las cartas que Abimael Guzmán dirigió al presidente Fujimori para negociar un
acuerdo de paz fueron manejadas de acuerdo con las conveniencias circunstanciales
del Gobierno, que las aprovechó para asegurar su triunfo en el referéndum sobre
la constitución elaborada después del golpe de Estado de abril de 1992. La prime-
ra carta, que Fujimori hizo pública en su alocución en la sede de las Naciones
Unidas en Nueva York el 1 de octubre de 1993, tuvo un fuerte impacto y pareció
garantizar una aplastante victoria electoral. Pero la publicación de una segunda
carta, el 8 de octubre, resultó contraproducente. En ella, Abimael Guzmán elogia-
ba abiertamente al régimen que lo había capturado, lo cual, lejos de estimular el
apoyo al gobierno, generó dudas sobre si había razones ocultas tras este operati-
vo. Hasta el diario Expreso, el más firme defensor del régimen, manifestó su ma-
lestar por la forma como se estaban manejando las negociaciones:
Guzmán accedió a poner en su carta algo que no es esencial al Propósito
declarado de la misma. No se necesita ser muy suspicaz para percatarse de
que, colgado del objetivo principal, hay otro: consolidar la campaña por el «Sí».
Guzmán termina legitimando, desde un esquema marxista —lo que es casi
ridículo—, el golpe del 5 de abril. Evidentemente, Fujimori no necesita de la
aprobación de Guzmán a esa decisión. Tampoco es necesaria la aprobación de
Guzmán a la acción del Servicio de Inteligencia. Porque el pudor aconseja,
también, reconocer que la autodefensa comunera y la resistencia de la
población —que al cabo decidieron la guerra— ya se hallaban en marcha cuando
Fujimori llegó al poder. (Expreso 1993)
Abimael Guzmán debió expresar su reconocimiento no sólo al presidente
Fujimori sino también a Vladimiro Montesinos para convertirse en un interlocu-
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Poco después de la captura de Guzmán, cayó Martha Huatay, la encargada de
reorganizar la dirección senderista. También fueron capturados los responsables
del Comité Zonal Sur (Arequipa) y del Comité Regional Norte.
Durante los meses que siguieron, el PCP-SL trató de demostrar que el golpe no
había sido muy importante desplegando sangrientas ofensivas en el interior del
país, pero no pudo realizar la anunciada gran ofensiva con motivo del V Centena-
rio del Encuentro de Dos Mundos. La captura de Abimael Guzmán y de una parte
significativa de la dirección senderista fue acompañada de la confiscación de va-
rias computadoras y abundante material partidario. Así, el PCP-SL tuvo que reor-
ganizarse urgentemente para evitar daños mayores. Óscar Ramírez Durand reor-
ganizó su dirección con los cuadros que permanecían en libertad. Pero en los años
siguientes el PCP-SL siguió recibiendo duros golpes y sus acciones disminuyeron
notoriamente a pesar de que todavía quedan dos reductos senderistas, uno en el
Alto Huallaga y otro en el valle del río Ene. Feliciano fue capturado en 1999 y Artemio,
jefe en el Huallaga, se plegó a la tesis del acuerdo de paz. El equilibrio estratégico
había sido sólo una ilusión: «ya la línea política de Guzmán —afirma Feliciano—
había llevado al PCP-SL a un callejón sin salida. Eso es lo que ni él ni sus ayayeros
quieren reconocer, que su propia política sectaria y ultraizquierdista llevaron a la
captura de sus dirigentes y al fracaso de su proyecto» (Ramírez Durand 2003).