Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 153

140 L A MARGINACIÓN DE O TICA EN P OYENI Cuando los refugiados de Otica llegaron a Poyeni, los ronderos dejaron entrar al grupo porque entre ellos tenían conocidos. «Cuando llegamos ya estaba ahí mi compadre, él me reconoció y me defendió de los ronderos [...]. Por eso nos dejaron entrar». 23 De no ser así, «[...] los ronderos hubieran dado muerte a los hombres y mujeres mandos, como lo hicieron con los refugiados que llegaron de otras comu- nidades [...] nosotros veíamos pasar después los cuerpos flotando en el río […]». 24 La base de la Marina en Atalaya envió un destacamento que interrogó al gru- po de Otica y lo ubicó en diferentes «sectores» de la comunidad, aunque algunas personas rotaban periódicamente para ser vigiladas. Los huérfanos fueron repar- tidos en diferentes casas y muchas veces fueron maltratados, presentándose in- cluso casos de violación sexual. Los otiqueños recibían un trato discriminatorio en el reparto del apoyo recibi- do de instituciones públicas o privadas. La gente de Poyeni los estigmatizaba como terroristas y sentía temor de que Otica se organizara para atacarlos, pues sospechaban que éstos seguían con el PCP-SL. Ese temor persistió aun después de que la población de Otica retornó a sus propias tierras. El conflicto armado interno produjo trastornos demográficos. Creció la pro- porción de mujeres y niños, pues muchos varones murieron en enfrentamientos. Muchos ancianos murieron en las «bases de apoyo» o en los «núcleos pobla- cionales», reduciendo la ya escasa expectativa de vida. Algunas tareas agrícolas propias de los varones adultos tuvieron que ser asumidas por las mujeres, recar- gando sus tareas en la familia y en la comunidad. Los varones adultos también vieron su trabajo recargado por sus tareas como ronderos. Por la mortandad sufri- da, el número de ronderos era reducido. Hacia 1993, había en el Ene unos quinien- tos ronderos, mientras que en el valle del Tambo superaban los mil, número relati- vamente pequeño para una población de aproximadamente 20 mil personas. Sin embargo, toda la comunidad colaboraba en las tareas de autodefensa. En muchos casos, la población civil tuvo que pagar un alto precio por el apoyo militar. La mayoría de militares provenía de la costa o de la sierra y desconocía las costumbres de la selva. Muchos abusos se cometieron por razones de intolerancia cultural. Con frecuencia, algún militar se aprovechaba de las mujeres o de los re- cursos y bienes de la comunidad. Por la existencia de guarniciones militares den- tro de algunos «núcleos poblacionales», las fronteras entre la vida civil y la militar se volvieron difusas. Así, los ronderos tenían que formarse, izar la bandera y can- tar el himno nacional todos los días, a las 6 a.m. y a las 5 p.m. Esta militarización se aprecia incluso en el lenguaje utilizado por los ronderos, docentes y autoridades, así como en la formas de resolver conflictos. 23 24 Testimonio del mando político del Comité de Base Wacapú. Otica, noviembre de 2002. Información proporcionada por una profesional que trabajó en la comunidad en la década del 90. Lima, noviembre de 2002.