HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 95

Harry cogió prestada la pluma de Ron y contestó: «Sí, gracias, nos veremos más tarde», en la parte de atrás de la nota, y la envió con Hedwig. Fue una suerte que Hagrid hubiera invitado a Harry a tomar el té, porque la clase de Pociones resultó ser la peor cosa que le había ocurrido allí, hasta entonces. Al comenzar el banquete de la primera noche, Harry había pensado que no le caía bien al profesor Snape. Pero al final de la primera clase de Pociones supo que no se había equivocado. No era sólo que a Snape no le gustara Harry: lo detestaba. Las clases de Pociones se daban abajo, en un calabozo. Hacía mucho más frío allí que arriba, en la parte principal del castillo, y habría sido igualmente tétrico sin todos aquellos animales conservados, flotando en frascos de vidrio, por todas las paredes. Snape, como Flitwick, comenzó la clase pasando lista y, como Flitwick, se detuvo ante el nombre de Harry —Ah, sí —murmuró—. Harry Potter. Nuestra nueva... celebridad. Draco Malfoy y sus amigos Crabbe y Goyle rieron tapándose la boca. Snape terminó de pasar lista y miró a la clase. Sus ojos eran tan negros como los de Hagrid, pero no tenían nada de su calidez. Eran fríos y vacíos y hacían pensar en túneles oscuros. —Vosotros estáis aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Como la profesora McGonagall, Snape tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo—. Aquí habrá muy poco de es