HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 94
conocido en Rumania y del que tenía miedo de que volviera a buscarlo. Su
turbante, les dijo, era un regalo de un príncipe africano como agradecimiento
por haberlo liberado de un molesto zombi, pero ninguno creía demasiado en su
historia. Por un lado, porque cuando Seamus Finnigan se mostró deseoso de
saber cómo había derrotado al zombi, el profesor Quirrell se ruborizó y
comenzó a hablar del tiempo, y por el otro, porque habían notado que el
curioso olor salía del turbante, y los gemelos Weasley insistían en que estaba
lleno de ajo, para proteger a Quirrell cuando el vampiro apareciera.
Harry se sintió muy aliviado al descubrir que no estaba mucho más
atrasado que los demás. Muchos procedían de familias muggle y, como él, no
tenían ni idea de que eran brujas y magos. Había tantas cosas por aprender
que ni siquiera un chico como Ron tenía mucha ventaja.
El viernes fue un día importante para Harry y Ron. Por fin encontraron el
camino hacia el Gran Comedor a la hora del desayuno, sin perderse ni una vez.
—¿Qué tenemos hoy? —preguntó Harry a Ron, mientras echaba azúcar
en sus cereales.
—Pociones Dobles con los de Slytherin —respondió Ron—. Snape es el
Jefe de la Casa Slytherin. Dicen que siempre los favorece a ellos... Ahora
veremos si es verdad.
—Ojalá McGonagall nos favoreciera a nosotros —dijo Harry La profesora
McGonagall era la jefa de la casa Gryffindor; pero eso no le había impedido
darles una gran cantidad de deberes el día anterior.
Justo en aquel momento llegó el correo. Harry ya se había acostumbrado,
pero la primera mañana se impresionó un poco cuando unas cien lechuzas
entraron súbitamente en el Gran Comedor durante el desayuno, volando sobre
las mesas hasta encontrar a sus dueños, para dejarles caer encima cartas y
paquetes.
Hedwig no le había llevado nada hasta aquel día. Algunas veces volaba
para mordisquearle una oreja y conseguir una tostada, antes de volver a dormir
en la lechucería, con las otras lechuzas del colegio. Sin embargo, aquella
mañana pasó volando entre la mermelada y la azucarera y dejó caer un sobre
en el plato de Harry Este lo abrió de inmediato.
Querido Harry (decía con letra desigual),
sé que tienes las tardes del viernes libres, así que ¿te gustaría
venir a tomar una taza de té conmigo, a eso de las tres? Quiero que
me cuentes todo lo de tu primera semana. Envíame la respuesta con
Hedwig.
Hagrid
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