HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 86
La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero
Seleccionador.
Harry miró su plato de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo
hambriento que estaba. Los pasteles le parecían algo del pasado.
Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a
los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más
que verlos allí.
—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes
de comenzar nuestro banquete, quiero deciros unas pocas palabras. Y aquí
están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. Harry no sabía si reír o
no.
—Está... un poquito loco, ¿no? —preguntó con aire inseguro a Percy.
—¿Loco? —dijo Percy con frivolidad—. ¡Es un genio! ¡El mejor mago del
mundo! Pero está un poco loco, sí. ¿Patatas, Harry?
Harry se quedó con la boca abierta. Los platos que había frente a él de
pronto estuvieron llenos de comida. Nunca había visto tantas cosas que le
gustara comer sobre una mesa: carne asada, pollo asado, chuletas de cerdo y
de ternera, salchichas, tocino y filetes, patatas cocidas, asadas y fritas, pudín,
guisantes, zanahorias, salsa de carne, salsa de tomate y, por alguna extraña
razón, bombones de menta.
Los Dursley nunca habían matado de hambre a Harry, pero tampoco le
habían permitido comer todo lo que quería. Dudley siempre se servía lo que
Harry deseaba, aunque no le gustara. Harry llenó su plato con un poco de todo,
salvo los bombones de menta, y comenzó a comer. Todo estaba delicioso.
—Eso tiene muy buen aspecto —dijo con tristeza el fantasma de la gola,
observando a Harry mientras éste cortaba su filete.
—¿No puede...?
—No he comido desde hace unos cuatrocientos años —dijo el fantasma—.
No lo necesito, por supuesto, pero uno lo echa de menos. Creo que no me he
presentado, ¿verdad? Sir Nicholas de Mimsy-Porpington a su servicio.
Fantasma Residente de la Torre de Gryffindor.
—¡Yo sé quién es usted! —dijo súbitamente Ron—. Mi hermano me lo
contó. ¡Usted es Nick Casi Decapitado!
—Yo preferiría que me llamaran Sir Nicholas de Mimsy... —comenzó a
decir el fantasma con severidad, pero lo interrumpió Seamus Finnigan, el del
pelo color arena.
—¿Casi Decapitado? ¿Cómo se puede estar casi decapitado?
86