HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 81
Algunos asintieron.
—¡Espero veros en Hufflepuff—continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya
sabéis.
—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a
comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a
través de la pared opuesta.
—Ahora formad una hilera —dijo la profesora a los de primer año— y
seguidme.
Con la extraña sensación de que sus piernas eran de plomo, Harry se puso
detrás de un chico de pelo claro, con Ron tras él. Salieron de la habitación,
volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en
el Gran Comedor.
Harry nunca habría imaginado un lugar tan extraño y espléndido. Estaba
iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro
grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las
mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera
del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La
profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo
detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus
espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas
bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas
tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Harry levantó
la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Oyó susurrar
a Hermione: «Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en
la historia de Hogwarts».
Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera
directamente a los cielos.
Harry bajó la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía
en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del
taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba
remendado, raído y muy sucio. Tía Petunia no lo habría admitido en su casa.
Tal vez tenían que intentar sacar un conejo del sombrero, pensó Harry algo
irreflexiblemente, eso era lo típico de... Al darse cuenta de que todos los del
comedor contemplaban el sombrero, Harry también lo hizo. Durante unos
pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió.
Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero
comenzó a cantar:
Oh, podrás pensar que no soy bonito,
81