HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 65
de gente. Un rótulo decía: «Expreso de Hogwarts, 11 h». Harry miró hacia atrás
y vio una arcada de hierro donde debía estar la taquilla, con las palabras
«Andén Nueve y Tres Cuartos».
Lo había logrado.
El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa
multitud, mientras que gatos de todos los colores iban y venían entre las
piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras, con un
malhumorado ulular, por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los
pesados baúles.
Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos
asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutiendo
sobre los asientos que iban a ocupar. Harry empujó su carrito por el andén,
buscando un asiento vacío. Pasó al lado de un chico de cara redonda que
decía:
—Abuelita, he vuelto a perder mi sapo.
—Oh, Neville —oyó que suspiraba la anciana.
Un muchacho de pelos tiesos estaba rodeado por un grupo.
—Déjanos mirar, Lee, vamos.
El muchacho levantó la tapa de la caja que llevaba en los brazos, y los que
lo rodeaban gritaron cuando del interior salió una larga cola peluda.
Harry se abrió paso hasta que encontró un compartimiento vacío, cerca del
final del tren. Primero puso a Hedwig y luego comenzó a empujar el baúl hacia
la puerta del vagón. Trató de subirlo por los escalones, pero sólo lo pudo
levantar un poco antes de que se cayera golpeándole un pie.
—¿Quieres que te eche una mano? —Era uno de los gemelos pelirrojos, a
los que había seguido a través de la barrera de los andenes.
—Sí, por favor —jadeó Harry.
—¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!
Con la ayuda de los gemelos, el baúl de Harry finalmente quedó en un
rincón del compartimiento.
—Gracias —dijo Harry, quitándose de los ojos el pelo húmedo.
—¿Qué es eso? —dijo de pronto uno de los gemelos, señalando la
brillante cicatriz de Harry
—Vaya—dijo el otro gemelo—. ¿Eres tú...?
—Es él —dijo el primero—. Eres tú, ¿no? —se dirigió a Harry.
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