HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 49
s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros. —Pareció
aterrorizado ante la simple mención.
Pero los demás, no permitieron que el profesor Quirrell acaparara a Harry.
Éste tardó más de diez minutos en despedirse de ellos. Al fin, Hagrid se hizo
oír.
—Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Harry.
Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid se lo
llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que
un cubo de basura y hierbajos.
Hagrid miró sonriente a Harry
—Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso. Hasta el profesor Quirrell
temblaba al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.
—¿Está siempre tan nervioso?
—Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras
estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones,
para tener experiencias directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva
Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera... Y desde
entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia
asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?
¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era un torbellino. Hagrid,
mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.
—Tres arriba... dos horizontales... —murmuraba—. Correcto. Un paso
atrás, Harry
Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.
El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio
apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo
más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande
hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpen-
teaba hasta quedar fuera de la vista.
—Bienvenido —dijo Hagrid— al callejón Diagon.
Sonrió ante el asombro de Harry Entraron en el pasaje. Harry miró
rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse.
El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda
más cercana. «Calderos - Todos los Tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata -
Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba sobre ellos.
—Sí, vas a necesitar uno —dijo Hagrid— pero mejor que vayamos primero
a conseguir el dinero.
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