HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 26
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
Harry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier
cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a
su alacena con la carta a estar allí sin ella.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados.
Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado a su
padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había
dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero, y
seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación. Harry estaba pensando
en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el
vestíbulo. Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente.
Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser
amable con Harry, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su
bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
—¡Hay otra más! Señor H. Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive,
4...
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiente y corrió hacia el
vestíbulo, con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle
la carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello. Después de
un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío
Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada en su mano, jadeando para
recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu dormitorio —dijo a Harry sin dejar de
jadear—. Y Dudley.. Vete... Vete de aquí.
Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se
había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su
primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo? Pues la próxima
vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo
apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se
deslizó por la escalera sin encender ninguna luz.
Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas
para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía
aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
—¡AAAUUUGGG!
Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba
en el felpudo... ¡Algo vivo!
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