HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 194
—¡No son pájaros! —dijo de pronto Harry—. ¡Son llaves! Llaves aladas,
mirad bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la habitación,
mientras los otros observaban la bandada de llaves—. Sí... mirad ahí.
¡Escobas! ¡Tenemos que conseguir la llave de la puerta!
—¡Pero hay cientos de llaves!
Ron examinó la cerradura de la puerta.
—Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata, probablemente,
como la manija.
Cada uno cogió una escoba y de una patada estuvieron en el aire,
remontándose entre la nube de llaves. Trataban de atraparlas, pero las llaves
hechizadas se movían tan rápidamente que era casi imposible sujetarlas.
Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un don
especial para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos
minutos moviéndose entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó
una gran llave de plata, con un ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la
hubieran introducido con brusquedad en la cerradura.
—¡Es ésa! —gritó a los otros—. Esa grande... allí... no, ahí... Con alas azul
brillante... las plumas están aplastadas por un lado.
Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el techo y
casi se cae de la escoba.
—¡Tenemos que encerrarla! —gritó Harry, sin quitar los ojos de la llave con
el ala estropeada—. Ron, ven desde arriba, Hermione, quédate abajo y no la
dejes descender. Yo trataré de atraparla. Bien: ¡AHORA!
Ron se lanzó en picado, Hermione subió en vertical, la llave los esquivó a
ambos, y Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, Harry
se inclinó hacia delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la
piedra con una sola mano. Los vivas de Ron y Hermione retumbaron por la
habitación.
Aterrizaron rápidamente y Harry corrió a la puerta, con la llave
retorciéndose en su mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta...
Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando
otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya la habían atrapado dos veces.
—¿Listos? —preguntó Harry a los otros dos, con la mano en la manija de
la puerta. Asintieron. Abrió la puerta.
La habitación siguiente estaba tan oscura que no pudieron ver nada. Pero
cuando estuvieron dentro la luz súbitamente inundó el lugar, para revelar un
espectáculo asombroso.
Estaban en el borde de un enorme tablero de ajedrez, detrás de las piezas
negras, que eran todas tan altas como ellos y construidas en lo que parecía
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