HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 178
cascos galopando a sus espaldas, y algo saltó limpiamente y atacó a la figura.
El dolor de cabeza era tan fuerte que Harry cayó de rodillas. Pasaron unos
minutos antes de que se calmara. Cuando levantó la vista, la figura se había
ido. Un centauro estaba ante él. No era ni Ronan ni Bane: éste parecía más
joven, tenía cabello rubio muy claro, cuerpo pardo y cola blanca.
—¿Estás bien? —dijo el centauro, ayudándolo a ponerse de pie.
—Sí... gracias... ¿qué ha sido eso?
El centauro no contestó. Tenía ojos asombrosamente azules, como pálidos
zafiros. Observó a Harry con cuidado, fijando la mirada en la cicatriz que se
veía amoratada en la frente de Harry.
—Tú eres el chico Potter —dijo—. Es mejor que regreses con Hagrid. El
bosque no es seguro en esta época en especial para ti. ¿Puedes cabalgar? Así
será más rápido... Mi nombre es Firenze —añadió, mientras bajaba sus patas
delanteras, para que Harry pudiera montar en su lomo.
Del otro lado del claro llegó un súbito ruido de cascos al galope. Ronan y
Bane aparecieron velozmente entre los árboles, resoplando y con los flancos
sudados.
—¡Firenze! —rugió Bane—. ¿Qué estás haciendo? Tienes un humano
sobre el lomo! ¿No te da vergüenza? ¿Es que eres una mula ordinaria?
—¿Te das cuenta de quién es? —dijo Firenze—. Es el chico Potter.
Mientras más rápido se vaya del bosque, mejor.
—¿Qué le has estado diciendo? —gruñó Bane—. Recuerda, Firenze,
juramos no oponernos a los cielos. ¿No has leído en el movimiento de los
planetas lo que sucederá?
Ronan dio una patada en el suelo con nerviosismo.
—Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obrando lo mejor posible
—dijo, con voz sombría.
También Bane dio una patada, enfadado.
—¡Lo mejor posible! ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¡Los centauros
debemos ocuparnos de lo que está vaticinado! ¡No es asunto nuestro el andar
como burros buscando humanos extraviados en nuestro bosque!
De pronto, Firenze levantó las patas con furia y Harry tuvo que aferrarse
para no caer.
—¿No has visto ese unicornio? —preguntó Firenze a Bane—. ¿No
comprendes por qué lo mataron? ¿O los planetas no te han dejado saber ese
secreto? Yo me lanzaré contra el que está al acecho en este bosque, con
humanos sobre mi lomo si tengo que hacerlo.
178