HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 15
parece, pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por
último, dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y.. treinta y..
—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más
cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre.
¡Bravo, Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras
Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de
carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para
el ordenador y un vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro,
cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada ala vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado una
pierna. No puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Harry.
La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un
salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con
un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o
al cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que
vivía a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a
repollo y la señora Figg le hacía mirar las fotos de todos los gatos que había
tenido.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harry
como si él lo hubiera planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena por la
pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un
año antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.
—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si
no estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no podía
entenderlos, algo así como un gusano.
—¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía Petunia.
—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry. Podría ver lo que
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