habitissimo | página 51
necesidades es muy complejo. Donde
había una sala con anfiteatro para 300
personas, con un pequeño ambigú y
una entrada a través de un pasadizo, hay
ahora cuatro espacios diferenciados»,
continúa Gil. «La platea existente se ha
transformado en un espacio multifun-
cional, iluminado durante el día por un
nuevo lucernario abierto en la cubierta.
En la pantalla, ubicada donde la origi-
nal, hay una proyección continua, pero
durante la semana se suceden las otras
actividades, sobre todo música en di-
recto. Bajo la pantalla se sitúa una barra
con una pequeña cocina de bar y, fren-
te a ella, el público sentado en gradas
de tablero contrachapado de madera,
bancos fijos de tubo de hierro y cojines,
diseñados por nosotros, y hamacas de
madera de pino y lona. Las hamacas se
orientan más o menos hacia la pantalla,
pero también se relacionan entre ellas
como en una pequeña plaza pública,
con mesitas donde colocar las copas o
las raciones del bar».
Y pese a lo ambicioso del local, la
Sala Equis es un lugar de rincones. El
antiguo ambigú –la cafetería donde se
hacían las tertulias después de la pro-
yección– es ahora un recogido bar de
copas que, a su vez, incluye un rincón
entre telas de terciopelo verde, con
cortinas y sillones del mismo material,
que parece extraído directamente de
Twin Peaks. Según Gil, «sí, es lo que lla-
mamos “Rincón Lynch”. Teníamos fo-
tografías de la habitación roja de Twin
Peaks para inspirarnos durante todo el
proceso de diseño».
De igual manera, la conexión entre
el antiguo anfiteatro que volcaba sobre
la platea se ha cerrado y se ha creado
en su lugar una sala inclinada de cine
para 64 personas, íntegramente fo-
rrada en terciopelo. Todo el espacio
–butacas y paredes– se ha forrado de
tela de color rojo tierra que confieren
al lugar un aspecto entre lo íntimo y lo
onírico. El efecto cobra aún más inten-
ción gracias a un falso techo del mis-
mo material textil que se descuelga y
se recoge en curvas. Esta superficie
ondulada favorece la acústica de la
Bares y lugares
sala y, al mismo tiempo, produce la sensación de estar en el interior de
una nube de terciopelo.
Según Gil, «la sala de cine es seguramente donde más intervención
arquitectónica visible hay, porque tampoco queríamos que fuese una sala
convencional. Por ejemplo, las butacas son corridas y, entre cada dos
asientos hay una pequeña mesita, mucho más cómoda que los reposava-
sos de los cines normales. Es decir, está pensado para ver la película, pero
también para comentarla y compartir una copa o incluso una tapa del bar».
En realidad, todo en la Sala Equis es una cosa y varias a la vez. Desde
la gran sala central hasta el propio pasaje de acceso, concebido como
un lugar no solo de paso, sino también de estancia al exterior. Por eso
tiene un gran banco corrido con mesitas que, en las noches de clima be-
nigno, se llenan de clientes que charlan o fuman un cigarrillo. Al fondo, un
gran letrero luminoso en la mejor tradición de los cines antiguos. En los
paramentos laterales, bajo una capa de pintura que los uniformiza, restos
de molduras y tableros de corcho y relieves de palabras que nos recuer-
da que, hasta hace no mucho, ese local era uno de los menos atractivos
de la ciudad. Pero que también nos enseñan que, tratado con inteligen-
cia y respeto, hasta lo más sórdido merece ser redescubierto.