habitissimo | página 120
Es una profesión que disfruta, pues a Aliste le sigue gus-
tando plasmar casas. No todas, solo aquellas que tienen una
importancia central en una película; aquellas que, por su per-
sonalidad, han calado en el imaginario colectivo. Cuando se
le pide un ejemplo, Aliste lo tiene claro: “La casa de Amelie
Poulain la vemos casi completa en la película. Ella vigila des-
de la ventana de la cocina a su vecino pintor; en el baño des-
cubre el secreto de su anterior inquilino; en el salón prepara
su plan; en el dormitorio ve el vídeo que le deja su vecino; en
el recibidor se encuentra con su amado... Eso convierte su
casa en algo interesante para mí”.
El caso de las series es distinto. En ellas, la reiteración de es-
cenarios convierte las casas en icónicas. Muchos podrían dibu-
jar de memoria el apartamento de Monica y Rachel en Friends,
o la casa de Los Simpson. Sin embargo, pocos se habrán fijado
en las grandes incongruencias arquitectónicas y contradiccio-
nes en las que caen estas series. Iñaki Aliste sí. “Cada serie tiene
las suyas propias y se podría escribir un libro con todas ellas”,
asegura. “Tú puedes ver una serie durante cinco temporadas
en la que sale un baño sin ventana, que si a los guionistas se
les ocurre una situación en la que dos personajes se quedan
encerrados en ese baño y necesitan escapar, allí que aparece
magicamente una ventanita donde antes no había nada”. En
Will y Grace los baños encogen y aumentan según el argumen-
to del capítulo y en Las chicas de oro el dormitorio de Rose, una
de las protagonistas, cambia de ubicación en varios capítulos.
“¿Magia? ¿Agujeros de gusano? ¿Vórtices interdimensionales?”,
se pregunta irónicamente Aliste.