Por su parte la bola, principal protagonista del golf, tomó numerosas formas antes de la década de 1930,
temporada en que la Asociación de Golf de los Estados Unidos (USGA, por sus siglas en inglés) impusiera
estándares en cuanto al peso y tamaño de la bola: 2.54 centímetros y 28.30 gramos aproximadamente.
A la par del desarrollo de la bola, los palos, también se fueron modificando, primero con la variación de
la madera utilizada y, luego, con la incursión del hierro para generar palos con cabezas más duras y resistentes.
Con el paso de las décadas fueron surgiendo los palos que incluían el grafito, aprovechando su resistencia
y bajo peso. Los “experimentos” con los palos continuaron, y a raíz de esto, se comenzó a utilizar el
hierro, el acero o el titanio para la creación de palos de golf, dependiendo de cada situación. Teniendo
establecidas estas variantes, se ayudó, incluso, a perfeccionar las técnicas del golpe a la bola para dirigirlo
hacia el hoyo de una forma más sencilla y eficaz.
Aunque es muy seguro que, con el paso de los años, el golf y todo lo que le envuelve siga cambiando, no
cabe duda que, a pesar de su constante evolución, este deporte no ha perdido su esencia principal (la
constancia, la paciencia, el esfuerzo) y, es este mismo elemento, lo que lo hace tan interesante y popular
en regiones nunca antes pensadas en el pasado.
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