Generando Arte La Revista - Número 1 Generando Arte. La Revista Número 1 (Febrero 2015) | Page 35
La biblioteca
“La mujer es semejante a la Casa de la Sabiduría”
(Hildegard von Bingen, Liber vite meritorum, I, 82) (2)
El papa dictaminó: “Sus obras son conformes a la fe y
en todo semejantes a los antiguos profetas” y escribió a
Hildegard instándola a continuar su trabajo y animando y
autorizando la publicación de sus obras.
Con esta aceptación su fama se acrecentó y logró fundar
el primer monasterio de monjas autónomo en Rupertsberg, cerca de Bingen. Por supuesto este hecho fue cuestionado por los monjes de Disibodenberg, ya que sus rentas
iban a disminuir, pero Hildegard continuó su trabajo y
logró que en 1150 el arzobispo consagrara el monasterio.
Pero ¿qué diferencia a esta mujer de sus contemporáneos
masculinos?
En las 10 imágenes que ilustran Scivias, podemos observar que nos va dejando huellas sobre su entrega absoluta,
cada estampa sugiere su identidad, es ella la que aparece en
una esquina de alguna de sus obras como si de su firma se
tratase.
En este tipo de actos revela que no solo ilustra sino que
se acerca al espectador de una manera sensible identificando la visión como parte de su vida, no nos deja fuera, nos
acompaña, y nos entrega su experiencia.
A partir del año 1150 comienza su obra musical, se
conocen 70 obras recopiladas en la Symphonia armoniae
celestium revelationum, (Sinfonía de la armonía de revelaciones
divinas) la mayoría editadas recientemente, así como un
auto sacramental cantado, titulado “Ordo virtutum” (1150?).
Escribió luego una obra sobre medicina: Liber subtilitatum diversarum naturarum creaturarum (Libro sobre las
propiedades naturales de las cosas creadas) y entre 1158 y
Nuestras favoritas en la historia
1163 la Liber Vitae Meritorum, y entre 1163 y 1173-74 la
Liber Divinorum Operum, considerados junto con el Scivias
como las obras teológicas más importantes de Hildegard.
A la edad de 80 años tuvo su mayor conflicto con las
autoridades eclesiásticas. Hildegard permitió la sepultura
de un noble excomulgado en el cementerio de Rupertsberg, este noble se había reconciliado con la iglesia pero las
autoridades eclesiásticas no lo registraron.
Hildegard se negó a alejarlo de tierra sagrada alegando
su reconciliación final con Dios. Fueron meses duros y de
muchas presiones contra su comunidad para que cediera,
pero ella siguió creyendo en su posición.
Finalmente, casi un año después, al conocer los detalles
el arzobispo levantó los castigos.
Meses después falleció el 17 de septiembre de 1179.
Dice Sor Juana Inés de la Cruz:
“Ninguna hay proporcionada
a estilo tan singular:
ninguna puede alcanzar;
pero, pues ninguna alcanza,
sirva solo de alabanza
el no poder alabar.”
Celebremos hoy a Hildegard, su magnífica obra y su inmenso talento.
Natacha Mazzitelli
Protestificatio de Scivias, Fol. 1,
Facsímil de Eibingen del códice de Ruperstberg.
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