Generando Arte. La Revista. Nº 3. Octubre 2015 | Page 58
varias medallas en exposiciones de artes
decorativas, terminó dejándolo porque “no
tenía quien me guiara” y harta de luchar
contra las dificultades, “me aburrí y lo abandoné. Nadie me dijo nada”.17
Por su parte, nuestra ficticia -pero como
estamos viendo, representativa- pintora
Marta Valdés tiene también un problema de
feedback. “Me indigna el sentir general que
dispone que sólo merece el título de artista
quien obtiene dinero a cambio de su obra”,
es artista. “Tengo mucha facilidad, tengo
mano... pero me falta, me faltaba algo.
¿Qué? ¡Lo desconocía!”20
Hay, sin embargo, algo sumamente llamativo en esa indiferencia que Maristany,
Turpin y Solange muestran hacia la obra de
Marta: y es que nunca la han visto….
Así están las cosas cuando Marta descubre que Juan, el hombre “de mirada franca”
al que tenía por novio, es en realidad un
asesino. La ironía del asunto, naturalmen-
Marta ha dejado de pintar porque ha interpretado el desinterés
de los profesionales del arte hacia su obra como una crítica….
dice en un momento dado18 ; pero no tiene
suficiente valentía o autoestima para hacer
caso omiso de esa opinión: “…estaba harta
de emborronar lienzos que nadie quería y
se acumulaban, criando polvo, en el trastero
de la casa de mis padres”.19
Marta ha dejado de pintar porque ha
interpretado el desinterés de los profesionales del arte hacia su obra como una
crítica…. cuya fuerza tremenda procede
precisamente de que no se formula. No es
una objeción, no consiste en señalar errores
-que serían subsanables-; no es, en realidad,
tal crítica, sino una descalificación en toda
regla. Tan radical, que empuja a Marta a
pensar que ella, de alguna manera esencial
y aunque no entienda muy bien por qué, no
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te, es que lo que Marta había interpretado
como una prueba más de su deficiencia
artística –el haber atribuido a Juan, en el retrato que hizo de él, una expresión no franca sino “huidiza y angustiada”-, demuestra
al contrario su penetración. Es un flagrante
desmentido a su presunta falta de talento,
pero Marta, convencida como está de su
irremediable fracaso, ni siquiera repara en
ello. Decide irse de vacaciones, y la noche
anterior a su partida, cena con Juan Carlos,
su amigo pintor. Éste le comenta que el arte
contemporáneo chino “hace furor”. Para
entretenerse, y porque la casa en la que se
encuentra está decorada con chinoiseries,
Marta se pone a pintar una anciana china,
colocándole en la mano “un vibrador en
Lluïsa vidal
forma de pene de plástico”. La broma la divierte, y pinta algún cuadro más del mismo
jaez. Luego se los enseña a Juan Carlos:
“Le entusiasmaron. Le gustaron tanto que
incluso me piqué; cuando había sometido
a su criterio mi otro trabajo, el artístico, el
serio, su apreciación había sido más tibia,
por no decir circunspecta.”21