Qué no hacer
Un oficial del programa de un otorgador de subsidios pequeño recibe un correo electrónico seguido de un llamado telefónico
de un solicitante enojado porque se le negó el subsidio. El oficial del programa visitó a este grupo unos meses antes, le
gustaron sus programas y los invitó a solicitar el subsidio. Desafortunadamente, el presupuesto de su subsidio fue recortado, y
no pudo financiar todos los grupos que deseaba poder apoyar. La propuesta de este solicitante no prosperó por el recorte, pero
el oficial del programa esperaba financiar al grupo en el futuro. El director ejecutivo de la ONG llama al oficial del programa
y le grita, diciendo que es un gran erro no financiar a su grupo, que su trabajo era muy importante y que la fundación se
equivocaba en rechazarlo. El oficial del programa está tan mortificado por esta muestra de falta de profesionalismo que
promete nunca más volver a considerar a este grupo para financiarlo.
¿Cuál es la moraleja de la historia? Es excelente ser apasionado por una causa y por la organización, pero enojarse con un
potencial financiador tendrá efectos colaterales. Ninguna fundación tiene la obligación de financiarlo, no tiene el derecho a
un subsidio. Si se comporta de manera poco profesional, puede destruir sus oportunidades de recibir financiación en el futuro
y su reputación en el campo. Es mejor guardarse el enojo y avanzar. Buscar otras oportunidades y trabajar para mejorar su
propuesta para la próxima vez.
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