cierra el pecho y el apetito. Al tercer día vuelvo como testigo habitual del atardecer,
pero algo había cambiado. Las plantas más grandes, aquellas que me atraían con
su desfachatez en medio de tanta homogeneidad sospechosa, comenzaban a
secarse lentamente. Las habían atacado, las estaban secando.
-Las plantas guachas- me dijo Castro.
Y continuó -después del aplique se mueren, para que solamente queden las
nuevas. A esas no les hace nada, porque le meten una sustancia a la semilla para
que resistan el veneno.-
-Qué nivel de tecnicismo- me sugirió.
Aunque yo simplemente pensé desmoralizado: “¡qué horror!”. »
Entre la ciencia y la política
Un aspecto esencial en la argumentación de quienes defienden este modelo de
producción está basado en explicaciones científicas. Sin embargo, no solo estudios
recientes han achacado sobre la toxicidad de los agroquímicos, sino que desde hace
décadas se ocultan los alarmantes resultados de estudios realizados a lo largo y ancho
del mundo. No es casualidad que los países más desarrollados, sean también los que
tengan las reglamentaciones más restrictivas en cuanto al uso de estos productos.
En nuestro país es paradójico el caso de Andrés Carrasco, médico argentino
especializado en biología molecular y en biología del desarrollo, quien entre otros cargos
de importancia, fue presidente del CONICET y jefe del Laboratorio de Embriología de la
UBA. Dueño de una gran reputación como investigador, pasó a ser atacado y
desprestigiado por diversos sectores luego de que sus estudios sobre la nefasta
influencia del glifosato fueron ascendiendo en popularidad. Con un mínimo de lógica,
podremos fácilmente deducir a qué intereses les eran serviles estos detractores. Por otra
parte su figura, basada en el valor simbólico y científico de sus afirmaciones, lo ponderó
como un estandarte en la campaña de con-ciencia sobre los efectos del modelo
productivo. Participó de innumerables