FRAY PERICO Y SU BORRICO FrayPericoYSuBorrico | Page 68
Juan Muñoz Martín
Fray Perico y su borrico
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Los frailes se levantaron doloridos y maltrechos, y el padre Nicanor, con una
pierna rota; los demás, descalabrados, tullidos y magullados. El único que había
salido sin un rasguño fue el padre visitador, que se miraba todos los huesos,
maravillado de estar sano y salvo.
Pero lo que más le maravilló fue que los frailes, caídos en el suelo, se partían
de risa, tomaban la cosa a broma y sus semblantes no reflejaban dolor, sino
alegría.
-He tenido yo la culpa, he tenido yo la culpa -repetía el visitador-. ¡Maldito
resbalón!...
-¡Bah! -le tranquilizó el padre Nicanor pidiendo el bastón a fray Olegario-.
Así me estaré dos meses en la cama.
El padre visitador se fue a despedir de San Francisco, que estaba muy serio y
no movía las barbas. El fraile rezó muy compungido, arrodillado ante el altar.
-¡Qué cernícalo he sido! ¡Ahora me doy cuenta de que la alegría no está
reñida con la penitencia!
Entonces -¿estaría soñando?- observó que San Francisco se sonreía. ¡Sí, sí!, se
sonreía. El fraile se levantó, echó a andar hacia atrás y, de pronto, salió
corriendo. A fray Pirulero no le dio tiempo de desearle buen viaje. Corre que te
corre, pesaroso de haber pensado mal de aquellos buenos frailes, llegó a su
monasterio y se dirigió al Capítulo General, donde los más ancianos estaban
reunidos muy serios, muy serios, acariciando sus barbas blanquísimas. Llegó el
fraile, se tropezó en los dos escalones y, ¡cataplum!,, cayó de bruces delante de
la Asamblea.
Los religiosos, al ver que el fraile no se había hecho daño, rieron de buena
gana, olvidaron su enojo y dijeron:
-Hermano, tenemos que quitar esos escalones.
El fraile, alegre por haber salvado el Convento de San Francisco, sonrió para
sus adentros y se dijo:
-¡Si supieran que lo he hecho aposta!
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