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Juan Muñoz Martín
Fray Perico y su borrico
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¿Dónde nacen las patatas?
San Francisco le consoló, poniendo un rostro bondadoso como el de un padre
cuando ve a un hijo triste. Pero, como todo pasa, a los frailes se les pasó pronto
el enfado, pues al fin y al cabo les hacían gracia las simplezas de fray Perico. Por
eso fray Cipriano, un lunes por la tarde, ordenó a fray Perico sacar las patatas
del huerto:
-Y no olvides que las patatas no están en los árboles.
-¿Pues dónde están? -preguntó lleno de admiración el lego.
-Escondidas en la tierra.
-¡Qué divertido! Ni que fueran un tesoro.
Fray Perico se fue al huerto, con la azada al hombro, dispuesto a no quedar
mal esta vez. Lo hacía por San Francisco, que no ganaba para disgustos y ponía
siempre buena cara; aunque más razón tenía para ponerla avinagrada, como la
del padre prior. Llegó el lego al huerto, escarbó aquí y allí y no encontró ni una.
-¡Caramba, ya empezamos!
Cavó junto a un pino, hizo un hoyo junto a la tapia, pero sólo encontró
chinarros, lombrices, una sandalia vieja, una sartén apolillada, un nido de
topos. Nada.
«Estarán más abajo», pensó el fraile.
Cava que te cava, hizo un agujero cada vez más hondo: un metro, dos
metros, tres, cinco, ¡qué sé yo!...
Los frailes, a la hora de la cena, echaron de menos a fray Perico. Fray
Ezequiel, el de la miel, que en la mesa tenía su puesto al lado, preguntó:
-¿Dónde está fray Perico?
-Se fue esta tarde por patatas al huerto.
-Pues es de noche y no ha vuelto.
-Alguna de las suyas habrá hecho -refunfuñó fray Cipriano.
El hortelano salió al patatal dando gritos y voces, miró en los corrales, junto a
la noria, en las tomateras y ¡cataplum!, cuando pasaba junto al nogal, se lo tragó
la tierra.
El pobre fraile no había visto el agujero que fray Perico había cavado en
busca de las patatas y se cayó de cabeza.
-¡Ay! -chilló fray Perico que, sentado en el fondo, dormía plácidamente,
cansado de tanto cavar.
-Pero, ¡demonios! ¿Qué haces aquí, fray Perico? ¿No te mandé sacar patatas?
-¡Pues ya estoy escarbando, pero soy tan tonto que no encuentro ni una!
Fray Cipriano se desternillaba de risa, pero luego se quedó muy serio cuando
quiso salir del agujero y no pudo, ni aun poniéndose de pie sobre los hombros
de fray Perico. Los dos frailes se acurrucaron en el fondo y pasaron la noche
roncando como unos benditos. Lo peor fue que fray Sisebuto, al amanecer, puso
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