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Juan Muñoz Martín
Fray Perico y su borrico
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Fray Perico
Una vez estaba fray Nicanor, el superior, barriendo la iglesia, cuando llegó un
hombre rústico, gordo y colorado, llamado Perico. Llevaba un pantalón de pana
atado con una cuerda. Miró al padre superior, se limpió la nariz con la manga y
dijo:
-Déjame la escoba, hermano. Yo te ayudaré.
-Pero si ya he terminado.
-Pues barreré otra vez.
Así lo hizo, y al terminar se acercó al padre superior y le dijo:
-Me gustaría barrer la iglesia todos los días y ser fraile como vosotros.
El superior se agarró la barba un buen rato y repuso:
-Tendrás que pasar frío.
-Lo pasaré.
-Tendrás que pasar hambre.
-La pasaré.
-Y tendrás que dormir poco.
-¡Uf!, no sé si podré. Algunas veces me duermo de pie.
El abad se sonrió y le preguntó:
-¿Cómo te llamas?
-Perico.
El abad tocó la campana y los frailes acudieron de todos los rincones del
convento y rodearon a Perico. Entonces el abad les enteró de que aquel hombre
quería entrar en el convento. Los frailes, al verle tan colorado, tan rústico y con
aquellos calzones de pana y aquellas botas, le preguntaron:
-¿Sabes leer?
-No.
-¿Sabes escribir?
-Tampoco.
-¿Sabes hacer cuentas?
-Sólo con los dedos.
-Entonces, ¿qué sabes hacer?
-Yo sólo sé contar cuentos muy bonitos.
Los frailes le dijeron que eso no servía para nada y se marcharon dando un
portazo. Perico se quedó solo en la iglesia y se puso a llorar en un banco; le
caían unos lagrimones tremendos. San Francisco se compadeció de él y le dijo:
-¿Por qué no me cuentas un cuento?
-¿Te gustan?
-Claro que me gustan. Estoy tan aburrido...
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