FRAY PERICO Y SU BORRICO FrayPericoYSuBorrico | Page 45

Juan Muñoz Martín Fray Perico y su borrico 19 · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ¡A la escuela! Al día siguiente, el padre superior llamó a fray Perico, le montó en el borrico y dijo: -¡A la escuela! Y no se te ocurra pararte a tomar una seta o una hoja de perejil en el camino. Fray Perico, llorando, tomó su cartera y se presentó a la puerta de la escuela acompañado del borrico. Estaba el maestro sentado a su mesa y el borrico asomó la cabezota por la ventana y dio un par de mordiscos en el sombrero de paja que estaba colgado en la percha. ¡Qué susto se pegó el pobre maestro! Los muchachos salieron por las ventanas y rodearon a fray Perico, que estaba subido en su asno como un patriarca. El maestro, un hombre viejecito y calvo, salió muy enfadado con los restos del sombrero en la mano: -¿Qué deseas, hermano? -Quiero aprender a leer, a escribir y a hacer cuentas. -Pues entra, pero deja el borrico atado a ese árbol. Fray Perico lo ató y entró en la escuela. Todos los muchachos querían que el fraile se sentara a su lado y le llamaban y le ofrecían lápices y gomas, avellanas y sacapuntas. Pero el maestro le puso en el primer banco para tenerlo cerca de su vara, pues el fraile, desde que entró, no hacía más que repartir estampas y tirar de las orejas a los más traviesos, diciéndoles que fuesen buenos. Así que se sentó fray Perico, el burro, que se vio solo, comenzó a rebuznar, y el maestro tuvo que cerrar las ventanas pues no podía explicar la lección. Mas el asno rompió la cuerda que lo sujetaba, se acercó a la puerta, y de un par de coces hizo saltar la cerradura y un trozo de madera con un estruendo terrible. -¡Adelante! -dijo el maestro. El animal buscó dónde estaba el fraile y, pasillo adelante, se colocó junto a él ante el asombro del maestro y el regocijo de todos los discípulos. -¿Sabe leer? -preguntó el maestro, asombrado, observando que el asno miraba muy atento la cartilla de fray Perico. -Más que yo -dijo el fraile-. Sabe las vocales. Fray Perico le señaló la a, y el burro rebuznó una a tan sonora que el maestro se tapó los oídos por no quedarse sordo. -¡Basta! ¡Basta! -gritó el maestro-. Prefiero que escriba, así tendrá la boca cerrada. Fray Perico puso el lápiz en los dientes del pollino, y éste, moviendo la cabeza, llenó de palotes un cuaderno entero. El maestro estaba patidifuso y preguntó que si sabía también sumar. - 45 -