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El arte del Ikebana
Jivanmukti
Kabir

El arte del Ikebana

Las raíces del ikebana hay que buscarlas en el Budismo Zen y su relación con la espiritualidad.
Al igual que el aikido( algo más que un arte marcial), el ikebana es algo más que un arte floral del Japón. Elemento indispensable del tokonoma( una suerte de altar en el que se exponen un ikebana o un bonsai, siempre acompañado de un haikú-poema breve- realizado en caligrafía sumié), se convierte en una creencia con motivación espiritual de gran profundidad.
El arte del ikebana requiere disponer las flores dentro de unas cualidades de disciplina interior y abnegación que permiten al discípulo olvidar su yo y contemplar las leyes del cosmos, al mismo tiempo que adquiere mayor conciencia de sí mismo.
La finalidad última del ikebana es encarnar la verdad y el misterio último con naturalidad en la disposición de las flores, ramas y vegetales. Colocando las flores se canaliza la naturaleza espiritual del cielo y conjuntamente con la actitud interior. Así, cielo, tierra y humanidad se convierten en Uno.

Jivanmukti

Se trata de un equivalente al nirvana del budismo, pero en el pensamiento hindú y jainista.
El término alude al concepto de liberación en los términos de una iluminación mística, lo que en el contexto de estas concepciones religiosas supone haber superado la rueda de sucesivos renacimientos. Cuando la iluminación ha sido alcanzada, entonces, ya no es necesaria una nueva encarnación.

Kabir

Kabir fue uno de los más importantes místicos religiosos de la India en el siglo XV.
Kabir siguió la tradición que cree en un Dios sin atributos, dentro de una escuela que no aceptaba el culto a las imágenes. Se opuso radicalmente a toda práctica religiosa externa. Afirmaba que la unicidad y la incognoscibilidad de Dios. Practicó pues, una experiencia religiosa basada en la unión espontánea del uno con el todo.
Se le atribuye la escritura del Bijak( Semillas).