Desenlace del estudio de costo-beneficio:
Compara el coste de una
intervención médica con el
beneficio que produce. En este
estudio tanto los costes como
los beneficios son medidos en
términos económicos (unidades
monetarias).
Los beneficios
pueden resultar tanto del menor
uso de un fármaco (o el empleo
de otro de menor coste) o bien
por la menor incidencia de
efectos secundarios o del uso de
los recursos empleados en
tratarlos. Este estudio se usa
para comparar los costes y
beneficios adicionales asociados al uso de uno u otro tratamiento (que podría
sustituir a otro que ya se está aplicando), o para comparar los costes y los beneficios
totales de un tratamiento con los de otro (aunque se suele preferir para esto el
análisis de incremento de costes, porque permite precisar las diferencias entre dos
modalidades de tratamiento). Una de las principales limitaciones del análisis costo-
beneficio es que hay que asignar un valor monetario a un beneficio aportado por el
tratamiento y este proceso no es sencillo. Un error en este cálculo, a menudo no
bien definido, invalida los resultados. Además, plantea numerosos problemas
(incluso éticos) derivados de asignar valores monetarios a los resultados del
tratamiento, ya sea mediante una estimación del capital humano, de cuestionarios
a los pacientes o de los costes en función de los supuestos establecidos por los
planificadores del estudio o de los médicos que atienden a esos pacientes.
A cambio de esto se han elaborado guías de práctica clínica partiendo de estudios
interesantes de farmacoeconomía en anestesiología donde se ha comparado la
utilidad de la introducción generalizada de pulsioxímetros y capnógrafos (en la
mejora de la monitorización hemodinámica y respiratoria de los pacientes), de
mantener una farmacia en el área quirúrgica para acelerar la dispensación de
determinados productos a menudo de entrega urgente que no son de disposición
habitual en los quirófanos o el empleo juicioso de exploraciones complementarias
en los estudios preoperatorios, en lugar de solicitar indiscriminadamente a todo
paciente que se vaya a anestesiar una batería completa con hemograma,
coagulación y bioquímica, un electrocardiograma y una radiografía de tórax,
considerando además los costes derivados de un falso positivo en los resultados de
estas pruebas, que en ocasiones derivan en la realización de pruebas de
diagnóstico más costosas, invasivas y a veces potencialmente peligrosas para el
paciente.