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La historia de la Carpa Intolerante se remonta nueve años atrás: en el 2009, Chema Arreola, músico y apasionado por las letras, trabajaba en el área digital del festival. Ese mismo año la necesidad de un escenario para albergar sonidos cercanos al jazz, al rock progresivo y a la música experimental, esa música que nos circunda y que no cuenta con espacios dentro de los festivales, era más que evidente.
Durante meses se llevaron a cabo pláticas con la organización del Vive Latino y cuando ya estaba claro que el festival requería este nuevo espacio, Chema acudió a Sal Toache y Gerry Rosado, las cabezas de Discos Intolerancia con aquella idea: fundar un espacio cuyo objetivo sería el de convertirse en un escaparate para tales sonidos.
La primera vez que se instaló la Carpa Intolerante, la curaduría corrió a cargo todos estos actores y con mucha comunicación con la dirección del festival. Se decidió llamarla Carpa Intolerante pues el concepto tenía un alma afín al sello discográfico y a sus conceptos sobre la música. Sin embargo, la Carpa tiene una vida propia: no es un escenario con un dueño sino con un espíritu.
A lo largo de estos nueve años la Carpa Intolerante ha recibido todo tipo de lenguajes musicales: desde el jazz hasta el blues, pasando por los sonidos progresivos y propuestas más experimentales, sin etiquetas definidas. Este espacio abrió mucho más el espectro del festival y acabó por convertirse en un imán para los mercados internacionales que no se dedican propiamente al rock. Se abrieron las puertas de mercados como el colombiano, el chileno, el costarricense, la escena under argentina y muchos más, generando una oferta muy diversa de artistas increíbles. Con el tiempo, se ha convertido en un espacio para exponer proyectos que sería complicado ver en nuestro país debido a su carácter poco convencional. Queriéndolo o sin querer la Carpa Intolerante se convirtió en una de las plataformas para exposición y desarrollo más buscadas de América Latina.
CARPA INTOLERANTE
CARPA INTOLERANTE