FAMA N°17 Octubre | Page 50

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Montesanto que miran a la plaza, el Pincio: la escalinata que da acceso al mirador, y la Iglesia de Santa María del Popolo, diseñada por el arquitecto Pietro Bernini. El conjunto expone la verdadera esencia de Roma: capital del imperio y ciudad papal.
Saliendo de la plaza a través de la Porta del Popolo y tomando la vía Rippeta se llega hasta Plaza Navona. La más linda. Lo recomendable es visitarla al atardecer porque los colores del cielo se combinan con los edificios y las fuentes y el resultado es bellísimo. La plaza esta rodeada de cafés y restaurantes y en el centro hay una feria donde artistas venden láminas del paisaje del que uno se encuentra formando parte. Completa el espectáculo la famosa fuente dei Fiumi, de Bernini, que se emplaza en el centro y que configura uno de los sitios más interesantes de la ciudad.
Vale la pena pasar un tiempo en la Navona, para luego emprender camino al que puede convertirse en el último y más representativo destino del día: la Fontana Di Trevi.
Llegar allí es motivo de asombro por donde se lo mire: el monumento que la compone es conmovedor y la cantidad de turistas agobiante. Miles de personas visitan la fuente a diario para pedir sus deseos y según se sabe, se arrojan unos 3000 euros a diario. Dato por demás interesante, que además explica la gran presencia policial en los alrededores.
Adosada al Palacio Poli, la fuente se ubica sobre un antiguo acueducto romano y sigue la costumbre de señalar el lugar de dónde brota el agua. Ese es una de los rasgos más llamativos de Roma, la espectacular posibilidad de tener agua potable gratis en todas las esquinas. Agua que brota del subsuelo y que mantiene vigente la impresionante ingeniería del mundo antiguo.
Con esa vista terminó mi primer recorrido por Roma. Un paseo que empezó por ser muy poco pretencioso, pero que me hizo conocer media ciudad en pocas horas.
Esplendor Vaticano
El segundo día emprendí viaje al Vaticano. Único destino al que hay que ir en metro. Aunque parezca insólito, en Roma hay solo tres líneas, que además cubren distancias muy acotadas. Y eso porque cuando se planea extender la red en las excavaciones se encuentran nuevas ruinas una y otra vez. Parece que lo antiguo se resigna a desaparecer y los romanos no tienen más remedio que adaptarse a esos monstruos que buscan volver a la luz.
En el Vaticano puede visitarse la basílica de San Pedro y los museos. Dos lugares que aun desde lo no religioso sorprenden por la belleza y por el poder que muestran. En la basílica se pueden visitar tumbas de antiguos papas, estatuas monumentales y también la cúpula de Bernini, a la que además se puede subir y así apreciar la vista de la columnata desde arriba. Lo importante es ir primero a la basílica, donde hay cola y muchísima gente, y luego a los museos que llevan más tiempo y donde no hay tanta demora.
Además de estas dos visitas obligadas, existe en la ciudad papal un paseo que no es tan conocido, pero que si uno tiene la posibilidad de hacerlo, vale la pena: la visita a la necrópolis.
Desconocida por muchos, se trata de uno de los primeros cementerios cristianos de la historia y es hoy en día un lugar sumamente sagrado y místico.
Desde la antigüedad existía una tradición que decía que debajo del altar papal y de la cúpula había un cementerio donde había un cementerio cristiano y existía la versión de que allí estaba enterrado San Pedro, pero de eso no hubo certeza hasta 1939, cuando se encontraron sus restos. Por tal motivo la entrada a la
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