VIDAMÉDICA / FalmedEduca
considera que las redes sociales
“generan la ilusión de que se está
teniendo relaciones interpersona-
les de la misma calidad que las
relaciones presenciales, pero sin
sus exigencias: presentarse de
forma auténtica, actuar con respe-
to, empatía, y responder a tiempo.
Las redes sociales permiten actuar
“sin filtro”, entrar y salir del encuen-
tro interpersonal cuando uno quiera y
sin preocupación por los códigos sociales”,
analiza el psiquiatra.
Otro factor importante sería que “las redes sociales
se han transformado en una fuente instantánea de información
proveniente de todo el mundo, de estar al día en todo tipo de con-
tenidos (contingencia, humor, conocimiento, etc.). Este acceso ili-
mitado e instantáneo a la información genera una gratificación
difícil de obviar”, reflexiona el Dr. Hitschfeld.
¿Son las redes sociales adictivas? Le preguntamos al Dr.
Hitschfeld. “El uso del término “adicción a redes sociales” es una
discusión que está ocurriendo actualmente en los círculos acadé-
micos y científicos del más alto nivel dedicados a las adicciones. Y
aún no hay consenso”, responde el psiquiatra.
“El consumo excesivo de redes sociales posee algunas carac-
terísticas similares a las adicciones de sustancias. Por ejemplo:
aumento paulatino en el tiempo dedicado a ello, disconfort emo-
cional cuando se priva del uso, uso compulsivo a pesar de las
consecuencias negativas. Sin embargo, hay diferencias en otras
características. Por ejemplo, el objeto de placer: ¿son las redes so-
ciales en sí?, ¿es internet?, ¿es la información instantánea?, ¿son
los juegos online insertos en redes sociales?; o si alguien utiliza
varias horas al día las redes sociales porque es bloguero de un
sitio exitoso con miles de seguidores y gana su sueldo haciendo
eso, ¿es adicto a redes sociales?”, analiza el Dr. Hitschfeld. La pre-
gunta está abierta.
LA CUESTIÓN SOCIAL DE LAS REDES
Los sorpresivos resultados electorales en Estados Unidos y Gran
Bretaña el año pasado pusieron la lupa sobre el factor Facebook
en el proceso. A partir de esto, el escándalo mediático desatado y
la extensa investigación aplicada en ambos países ha develado los
esfuerzos de implantación de noticias falsas a usuarios específica-
mente identificados como susceptibles a dichos mensajes.
El director de investigación de la Facultad de Comunicaciones de la
Universidad Católica, Sebastián Valenzuela, analiza el fenómeno:
“Lo que ha pasado es que esto ha venido a romper el optimismo
que había en torno al rol democrático que jugaban las redes socia-
les. Creo que es bueno que eso haya pasado. En los años ‘30, cuando
estaba masificándose la radio y los medios masivos, estaba la idea
de que los medios podían fomentar el autoritarismo porque en la
medida que mucha gente los seguía, un líder podía cooptarlos
y dirigirlos. Por muchas décadas se promovió que, en vez de te-
ner medios profesionales y audiencias pasivas, se promovió esta
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idea de que hubieran medios des-
centralizados. Por esto hubo tanto
optimismo con las redes sociales
que hoy miramos con más cuida-
do”, comenta Valenzuela.
La influencia política de los me-
dios ha sido un foco de investi-
gación relevante a lo largo de la
historia del estudio de la comunica-
ción. En los 40, Lazarsfeld publica “El
pueblo elige”, un análisis de la formación
del voto en la elección presidencial en el
condado de Erie, Ohio. El texto es un clásico de
la comunicación política, entre cuyas conclusiones
se cuenta que, más relevante que los medios de comunicación y
sus publicaciones, son las valoraciones y recomendaciones que
los líderes de opinión realizan de dichas publicaciones. Es decir,
son estos líderes quiénes tienen mayor influencia que los medios
mismos a la hora de compartir y evaluar una información.
Y por líderes de opinión no sólo se entiende a voceros públicos
cuya influencia se transmite de modo vertical, sino también a re-
ferentes sociales con los cuales las personas sostienen relaciones
horizontales de mutua influencia. Dicho esto, el clásico estudio
de los cuarenta, también menciona que un efecto relevante de
los medios es reforzar las preconcepciones de mundo de quienes
miran ciertos mensajes. Es decir, hace más de sesenta años está
claro que la influencia de los cercanos y los mensajes sintoniza-
dos con nuestros prejuicios son terrenos fértiles para el cultivo de
la influencia.
Por ultramoderno que suene, el concepto de “posverdad” no nom-
bra algo tan nuevo, sino que pone de relieve cómo la propagan-
da explota efectos conocidos de la comunicación en un contexto
actual: somos proclives a creer en ciertas informaciones porque
o las comparte alguien en quién confiamos o porque dicen algo
que nos parece coherente con las cosas que damos por ciertas;
devaluando que tales informaciones provengan de una validación
científica, de un hecho comprobable o de una fuente rigurosa.
“La aparición de las redes sociales desató una ola de entusiasmo
en el sentido democratizador que tendrían estas plataformas en
que todos pueden publicar. Lo que ha estado pasando con los es-
cándalos de Facebook y Cambridge Analytica nos aclara que las
redes no son buenas ni malas por sí mismas, sino que dependen
del uso que las personas hagamos de ellas”, reflexiona Valenzuela
sobre este tema.
Con todo, la respuesta sigue estando de nuestro lado de la pan-
talla. Desde el día uno en que estamos en cualquier red social, la
información que publicamos es de esa red y no nuestra; por lo que
mayor importancia adquiere lo que uno decide compartir. La ca-
pacidad de filtrar y entender informaciones, más allá de cualquier
algoritmo que organice el modo en que se nos presentan, sigue
siendo una habilidad humana fundamental. Así también, la orga-
nización de nuestro tiempo y atención es un aspecto básico de la
libertad. Por ello, la reflexión sobre este tema es ineludible, ya que
en última instancia, las redes sociales no son más que aquello que
nosotros hacemos con ellas.