Fallece actriz Doris Day DORIS DAY IN MEMORIAN | Page 17

Suplemento especial de MIRROR magazine servicio de Alfred Hitchcock (era la esposa de James Stewart en En manos del destino y su grito evitaba un magnicidio) y Stanley Donen (Juego de pijamas) y, además, de Rock Hudson y Stewart, coprotagonizó con Clark Gable (en Enséñame a querer), James Cagney (en Amame o déjame) y Cary Grant (en Amor al vuelo). Al igual que otros grandes artistas (Sinatra, por ejemplo, y ella fue así de popular) fue exitosa tanto en la música como en el cine. Sus papeles más recordados son las de virginal (“yo conocía a Doris Day antes que fuera virgen”, sentenció Walter Levant) esposa estadounidense, de picardía latente y mística femenina. Junto a Hudson, su amigo de toda la vida, hizo eso en Problemas de alcoba, Vuelve amor mío y No me manden flores en las que, como dice Saul Austerlitz en su historia de la comedia americana, “hicieron que la castidad fuera divertida”. Eran comedias rutinarias en las que, de alguna manera, actualizaban la fórmula de las comedias de Hepburn y Grant en los 30 y las de Hepburn y Tracy en los 40 aunque con cierto tono sexual porque después de todo era la década de 1960. Funcionan bastante bien. Eran una fantasía en todo sentido: Day y Hudson, dos almas atribuladas, haciendo de felices, jóvenes y enamorados. Su imagen es la viva representación de la falsedad del sistema de estrellas. Day fue una mujer sufrida, madre divorciada a los 19 años y prisionera en una sucesión de relaciones poco gratificantes. Su parte más cómica la demostró en, quizás su mejor película, La liga de oro en la que interpretaba a la legendaria cowgirl, Calamity Jane. No es casualidad que su carrera llegara a su fin en un año tan simbólico como 1968. Ya no había lugar para esa rubia bonita, algo sonsa que, encima cantaba, canciones que le gustaban a la generación anterior. Los parricidas son así. Desde entonces, Day había disfrutado de un retiro tranquilo, con pocas apariciones públicas limitadas a su trabajo con su propia fundación para la protección de animales. Será por siempre aquella rubia de un tiempo que, quizás nunca fue.