EZKIOGA A.M. Artola, CP | Page 13

la Virgen de Ezkioga con la Republica fue, sin duda, el Párroco Amundaráin. Ciertamente, D. Antonio fue imprudente actuando desde el principio cual si las apariciones fueran verdaderas. Seguramente la gente siguió a ciegas el ejemplo del Párroco. Y ¿si las apariciones resultaban falsas? ¿Dónde quedaba la autoridad de la Iglesia? Esa fue durante años la cruz de D. Antonio. ¿Habría lanzado imprudentemente a la gente tras el fantasma de una aparición falsa? Podemos suponer que la actuación de D. Antonio estuvo condicionada por su tierna devoción a la Virgen. Seguramente creyó, por interior iluminación, que era un deber del pastor presentarse con prontitud en el lugar donde la Madre venía a encontrar a sus hijos necesitados. Según una tradición local, doce labradores acompañaron al grupo formado por los dos niños y el Párroco. Había comenzado ya la afluencia de fieles al lugar de las apariciones que en pocas semanas traería decenas de miles de peregrinos. El día 3 los niños ven de nuevo a la Virgen en presencia del párroco y un coadjutor. El día 4 hay ya más de 500 personas cerca del robledal. Cuatro personas más tienen visiones en ese día. Y, por primera vez hay un milagro de conversión. Lo singular del día consistió en que el protagonismo ostentado por los niños desde el 30 de junio al 3 de julio, pasó al rosario dirigido por el sacerdote. Los niños contagiaban a la gente su deseo de orar, y algunos de los presentes piden, el día 3, al capellán de Zumárraga dirija el rezo del rosario en voz alta y así se inicia una práctica que se repetirá luego todos los días. El rosario había de ser la práctica devocional que mejor respondía a la voluntad de la Virgen de orar por la situación que venía a remediar. Posteriormente la multiplicación de las aclamaciones y de las preguntas a la Virgen, los desvanecimientos, las profecías, las visiones, etc., hicieron de las aglomeraciones de Ezkioga, unas verdaderas primeras celebraciones carismáticas del Catolicismo en el siglo XX. 14