Es necesario tener en cuenta la importancia de los páramos, ya que estos dan origen a las cuencas hídricas, las cuales abastecen en Colombia, a un 70% de la población, también ofrecen funciones biológicas, gracias a su biodiversidad única capaz de fijar el carbono atmosférico y contribuir al control del cambio climático.
Los páramos son uno de los ecosistemas más vulnerables y amenazados de Suramérica. Las principales causas se deben al uso de estas tierras de forma indebida con respecto a la agricultura, la ganadería y minería, sumando a esto el gran impacto del cambio climático. El calentamiento global ha generado un desplazamiento de las diferentes especies que habitan en los páramos, Estas han migrado a zonas más altas y frías buscando las condiciones ideales para sobrevivir; con la migración de todo un ecosistema a montañas más altas los nevados son desplazados o desaparecen y el páramo también pierde su extensión original.
El impacto de la agricultura y la ganadería se debe a la numerosa población asentada sobre estas tierras, lo cual ha alterado las condiciones naturales de los ecosistemas de montaña, adecuando las tierras a las prácticas agrícolas y ganaderas. La deforestación, la ampliación de la frontera agrícola, el pastoreo y la quema y contaminación de aguas, son uno de los efectos más graves que tienen los páramos colombianos, ya que estos no tendrán la formación y crecimiento de vegetación necesaria para la producción y retención de aguas.
Otro de los grandes impactos sobre los páramos ha sido la explotación minera, la cual ha aumentado en las últimas dos décadas. El gobierno de Colombia, en el afán de incrementar la economía del sector minero dio prioridad a este, dejando una amenaza completa al medio ambiente. La explotación principalmente de oro, carbón y materiales para construcción, están generando daños en el ecosistema. Dentro de los grandes daños a este, es la contaminación de aguas superficiales y subterráneas con mercurio y cianuro; erosión de tierra con derrumbes; contaminación atmosférica y pérdida de biodiversidad.
Sofía López