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Si el bien de la sociedad exige un esfuerzo para proteger y aumentar la calidad de vida, semejante objetivo no exime de otras obligaciones que constituyen también una defensa del hombre. La eugenesia no llevaría a esta mejora si olvidara los criterios éticos fundamentales

Tal parece que cuando hablamos de eugenesia, viene a la mente dos posturas por las cuales la sociedad se orienta, ya sea a favor (podemos señalar a la ciencia o aquellos médicos que velan únicamente su campo o que no valoran a la persona desde el ser) o en contra (podemos hacer mención aquí a aquellos que valoran la persona humana desde el valor ontológico, e incluso la misma Iglesia).

Los defensores de la eugenesia aseguran que esta práctica alivia el sufrimiento (al evitar que nazcan personas con malformaciones o graves enfermedades, por ejemplo) y permite que la sociedad ahorre recursos. Sus detractores, en cambio, consideran que la eugenesia es contraria a la ética y creen que la manipulación de estas leyes biológicas es inmoral.

Por tanto, consideramos que todo aquello que la ciencia ha venido haciendo con la eugenesia a fin de modificar embriones genéticamente, es degradar a la persona humana, ya que la persona vale mucho más de lo que representa para unos cuantos. Y para no caer en la cosificación de éste, siempre hay que velar y partir de lo ontológico, antropológico y ético, rescatando la dignidad del ser.

NUESTRA OPINIÓN