conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos
sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos
conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos
intentamos adquirir —todos sin excepción— por la cuenta que nos trae.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es
necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema,
así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces
las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o
producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En
unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos
convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con
aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la
confianza en la palabra —y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad— y
enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir
para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo:
¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe
engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene,
es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demás ya hemos
dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen
delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por
otra parte, al que siempre dice la verdad —caiga quien caiga— suele cogerle manía
todo el mundo; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica
agredida es más probable que se vea con la crisma rota que quien se va silbando a su
casa. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en
ocasiones apariencias de malo. Vaya jaleo.
Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos
respecto a qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes,
pero los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en
cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno quiere llevar una vida
emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo; pero si se
prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el videoclub
de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros
señalan que lo más útil es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas
opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que
el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada.
Médicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro
de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales
privaciones a ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc.
En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no
estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a sa ber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en
parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente
determinado y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo
sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia
abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de
celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni
abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural, cada animal
parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones
ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca
considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que la araña no
lo puede remediar...
Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas
blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto
y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de
la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón
colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno
de esos hormigueros se derrumba por culpa de una riada o de un elefante (a los
elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer).
En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada
fortaleza a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las
termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como
ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las
asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces
mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda
celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando
fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la
seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo
decir que son valientes?
Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia
de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de
su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es
más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que
consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie
duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y
valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces
repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de
cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su
valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre
un caso y otro?
Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y
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