Estudiantes UDES: nuestra razón de ser | Page 7

"No me gusta el WhatsApp, escasas veces uso Facebook; me gusta más charlar con la gente cara a cara; las redes sociales sencillamente quitan y roban mi tiempo" édgar pico.

Al ingresar, el docente me explica, con un toque de felicidad, que en los próximos días estarán en los estantes todas las piezas arqueológicas (que estaban en una bodega más lejana) que él muy juiciosamente ha cuidado, limpiado y honrado por más de cinco años. Nos sentamos y en medio del ruido externo, de los pitos de carros y del vallenato que canta a grito herido uno de los obreros, Pico empieza a contar con orgullo que viene de una familia de tradición campesina, trabajadora y Guane.

Basta sólo con ver el movimiento seguro en sus manos y escuchar las variaciones en su voz, para sentir que se traslada en el tiempo al recordar que desde muy niño veía cómo las ancianas se sentaban a hacer ollas, vasijas, tiestos, moyas y toda la alfarería tradicional y ancestral, como modo de sustento y de hacer atributo a sus antepasados. También me cuenta que a sus nueve años tenía la costumbre con sus abuelos de ir al río y atrapar al menos 2.000 pescados.

En medio de la entrevista suena su celular de marca Eko; uno de esos que muchos, con tono despectivo y otros con admiración, le llaman “panelas”; de esos que solo sirven para hacer y recibir llamadas pero que soportan todos los trotes de Édgar. Lo tiene hace cinco años y aún sigue intacto. Aprovecho la escena para pregunta

preguntarle por qué no usa WhatsApp y su respuesta deja clara la razón por la cual aprovecha al máximo su vida y se ve siempre tan tranquilo, tan sereno y tan saludable. -No me gusta el WhatsApp, escasas veces uso Facebook; me gusta más charlar con la gente cara a cara; las redes sociales sencillamente quitan y roban mi tiempo y me cargan de problemas que no son míos. En mis tiempos libres estoy ocupado: tallo, pinto, tengo unos cultivos en mi casa y hago de todo; yo no contrato a nadie para nada; yo busco, averiguo, me asesoro y hago propiamente mis cosas-.

Van 40 minutos de la entrevista, pero parecen solo 10. La calma y el silencio se van apoderando del lugar. La radio que se escuchaba a unos pocos centímetros de la bodega y que había acompañado esta primera parte de la conversación, con vallenatos y rancheras, pronto dejó de sonar. Ese instante fue propicio para que él me contara que de sus seis hermanos, el único que se interesó por la memoria ancestral y por el arte fue él; los demás fueron empresarios y se dedicaron a estudiar.

Esa pasión por la memoria ancestral hizo que se ganara múltiples premios en arte y también muchas amenazas de muerte. -En 1982 me gané el Premio Nacional de Arte Política en Tibú, Norte de Santander.

Hice dos cuadros de 3 metros de alto por 2 de ancho donde conté la historia social de Colombia. Hablaba de otras fuerzas superiores a la guerrilla que iban a hacer una masacre; en esas pinturas expresé que venían situaciones graves en la industria del petróleo y otras. Eso me hizo correr y esconderme muchos años por la mayoría de las ciudades del país. No tenía estabilidad. Sabía que hoy podía amanecer en un lado y ya mañana no-.

Para desahogarse de la angustia y del miedo que le producían sus desplazamientos políticos y sus sentencias de muerte, Édgar vio de nuevo en el arte, el oasis en medio del desierto. Por eso, cuando podía, hacía poemas alusivos a sus vivencias para que cuando le “llegara la hora”, sus letras fueran inmortales. De ahí surgió el poema: ‘La vida y la muerte’:

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