Con una compleja vida social, una pareja de pericos verdes es sorprendida en una larga sesión de acicalamiento y regurgitación de
frutos del bosque
cada vez menos comunes debido al cambio climático, que a su vez ha dado rienda
suelta a las plagas forestales. Vitales para
nuestro bienestar, estos bosques ubicados en las cabeceras de cuenca recargan
agua en los mantos freáticos que alimentan a las principales corrientes de la sierra, como el río Extóraz, el Escanela, el
Ayutla y el Concá, que acaban llevando el
aporte queretano al poderoso Pánuco.
Los fuestes con luz propia
En los valles intermontanos que dominan
las partes bajas de la Sierra Gorda, como
los de Jalpan y Concá, y los profundos cañones de los ríos Santa María y Moctezuma, el trópico se enseñorea con las leguminosas dominando el dosel, las higueras
ahorcando a otros árboles o aferrándose
a las rocas y las chacas o burseras reluciendo gracias a su corteza brillante y
lisa. Donde las calizas reinan, cactáceas
columnares forman colonias únicas. Rectas y paralelas, ofrecen sus flores por unas
noches esperando ser polinizadas por murciélagos nectarívoros. Durante la sequía,
conteniendo el aliento y soportando las altas temperaturas, los árboles de las selvas
bajas permanecen sin hojas, mientras miles
de chicharras aturden con su coro anual
tras su larga existencia bajo tierra. Cuando las lluvias finalmente llegan, verdes tímidos van tiñendo el dosel y, en unas pocas semanas, se enseñorean y pasan a un
verde intenso, en un ciclo anual al que los
árboles están perfectamente adaptados.
EN LA SEQUÍA, LOS
ÁRBOLES DE LAS SELVAS
BAJAS PERMANECEN
SIN HOJAS
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