Conforme la sierra gana altura, el visitante encuentra bosques de pinos piñoneros, donde cada año sus matorrales se
engalanan con la explosión de millones
de flores de cempasúchiles silvestres que
pintan de dorado su vertiente occidental
por unas pocas semanas.
Los bosques de las crestas
Mientras la carretera sigue ganando altura, el manto verde de coníferas y encinos
domina el paisaje. Desde la cumbre más
elevada de la Sierra Gorda, con 3,160
msnm, abetos Douglas, oyameles, pinos,
cedros, enebros y tejos forman comunidades ancestrales que, en tramos, se
combinan con 34 especies de encinos, de
10
los arbustivos a los de troncos macizos
con 30 metros de altura y metro y medio
de diámetro, formando bosques mixtos.
Casa de linces, pumas, ardillas voladoras
que anidan en los huecos de viejos árboles, gavilanes y coloridos trogones, estos
bosques huelen y suenan a coníferas. Antaño, las guacamayas verdes anidaban en
varios relices de esos picos y sus cañadas, pero ahora queda tan solo su recuerdo en las toponimias. Su última colonia
soporta los embates de nuestra especie
en dos refugios.
Es allá arriba donde, durante los frentes fríos, los mares de nubes y los amaneceres blancos, con árboles cuajados de
escarcha e incluso nieve, dominan el paisaje. Aunque ahora, se trata de postales