C
on Pául nos conocimos
el primer día. Trabajé en
la cocina inscribiendo
los pedidos. Él acercó a mi
y se quedó inmóvil. Una
cazadora verde, pantalones
de color blanco y calzado
rústico. Estaba en silencio
durante
cuatro
o
cinco
minutes, mirando hacia abajo
con aspecto muy confuso y
un poco asustado. Pareció
que no quería que le notara
nadie o que alguien gastara
su tiempo a él. Su coleta roja
hasta los hombros y barba rala
crearon un imagen contrario,
era como un niño en cuerpo
de un hombre. Le pregunté
su nombre y que tal estaba.
Me contestó con una sonrisa
muy buena y sincera pero
aterradora al mismo tiempo.
- Soy Pául. Y tu?
Me devolvió cada de mis
preguntas. Pedió un té con leche y
se desapareció. En cinco minutos
su té ya estaba preparado y me
fui para buscarle.
T e nemos una terraza con dos
bancos. El primer banco está al
abrir la puerta y muchas veces
nos reunimos ahí para tocar la
guitarra o fumar. El segundo
banco está al otro lado y no se ve
desde la casa.
A
quel día llovía y la puerta
estaba cerrada. Pasé por
todas las habitaciones y
no le encontré a Paul. El té ya
empezó a enfriarse y decidí
salir a la terraza. Sí, estaba
ahí. Estaba solo y con la
misma mirada de un niño. No
me prestó atención y seguía
mirar en un punto.
- Paul, hola! Aquí está tu té. Con
leche y sin azúcar como pediste.
Toma!