Erase una vez | Page 20

Las hadas Erase una vez una viuda que tenía dos hijas: la más mayor era su preferida, porque se parecia a ella tanto físicamente como mentalmente. Eran orgullosas, malas y tan desagradables que era imposible vivir con ellas. La pequeña era igual que su padre: amable, linda, dulce y honesta. Esta chica era una de la más lindas. Por eso su madre la odiaba y la hacía trabajar como a una esclava. Además de esto, tenía que que ir a buscar agua en una jarra muy lejos de casa. Un dia que la chica linda había ido a esta fuente, una pobre anciana le suplicó que le diera de beber. “Si, con mucho gusto, señora” le dijo la joven, yendo a llenar su jarra. Después la ayudó a beber. Cuando la viejecita hubo acabado, le dijo: “Usted es tan linda, tan buena y tan honesta que no puedo dejar de darle un don.” Porque esta mujer, en realidad, era un hada que se había transformado para ver hasta donde iría la honestidad de la joven. “Le doy por don, que a cada palabra que usted diga, flores y piedras preciosas caigan de su boca.” Cuando la mujer linda llegó a su casa, su madre le grito, porque había olvidado la jarra y el agua. Pero cuando pidió perdón la hija, la madre vio como dos rosas y un diamante se caían de la boca de su hija, le pidió de donde venia este don, llamándola por primera vez por su nombre. La pobre niña le contó todo, escupiendo piedras preciosas por todos lados. Por eso el día siguiente la horrible madre envió a su hija preferida a la fuente. Ella se fue entonces, refunfuñando a lo largo del camino. Cuando llegó, una mujer vestida con un rico y lindo vestido vino a verla, y le pidió agua. Era la misma hada, que quería ver hasta donde iría la deshonestidad de la chica. Pero la joven, maleducada la mandó al diablo. La hada no se puso nerviosa, solo le dijo : “Usted no es muy buena. Ya que usted está tan mal educada, le voy a dar como don que a cada palabra que se le escape de la boca, una serpiente o un sapo de los labios.” Cuando volvió la hija mayor y que la madre vio a los sapos y a las serpientes, se puso furiosa. Después se fue a golpear su linda hija, porque para ella era su culpa. La pobre niña se fue, corriendo por el bosque, desesperada. Pero el hijo del rey, que estaba cazando, la encontró, y viéndola tan bella, le pidió qué hacía sola aquí. Ella le respondió que no tenía casa. El hijo del rey, viendo a las rosas y a las piedras, le pidió de dónde le venía este poder, y la linda chica le contó su historia. El hombre, pensando que un tal don necesitaba una recompensa, y que se había enamorado cuando estaba hablando la niña, decidió llevarla a su palacio, donde se casaron. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Tatiana