podría ni siquiera intentar crear una socie-
La camarera de edad avanzada deposita
dad pacífica si ni siquiera sabe lo que signi-
mi café enfrente de mí y me atrevo a pre-
fica? Y entonces alguien criticó esa socie-
guntarle acerca de la ciudad:
dad, afirmando que era mentira e imposi-
—Disculpe, busco una ciudad llamada 'la
ble vivir pacíficamente. Y fue ahí cuando
ciudad buscada', ¿la conoce? —la mujer
quise averiguar más acerca de esa socie-
reposa su mano encima de la mía, sonrien-
dad. Tomé medidas desesperadas para
do.
llegar hasta aquí, para demostrar al mundo
—Claro que la conozco, muchacha. Mi hijo
lo que significa real-
vive allí. ¿Quiere algún panecillo tostado?
mente la paz.
Si pretende usted ir allí, hay que reponer
He alquilado un co-
fuerzas, todavía le queda camino por reco-
che en el aeropuerto
rrer. ¿Quiere que le indique cómo llegar?
de Manchester. Me
Sin ni siquiera esperar a mi respuesta, la
dirijo
mujer entra en la cocina. Cuando regresa
hacia
New-
castle, un viaje que durará casi dos horas y
al cabo de unos minutos, lo hace con un
media. Con un mapa y mi mochila como
plato, el cual contiene dicho panecillo.
copilotos, emprendo mi viaje hacia esa
—Está cerca de Newcastle, ¿no? a las afue-
ciudad que tiene a mi cabeza completa-
ras –ella asiente con energía.
mente enredada.
—Está muy mal indicado, ¿quiere que le dé
Cuando llevo una hora y media de camino,
el número de mi hijo
decido tomar la siguiente salida. El cartel
por si se pierde?
de la autopista me indica que entraré en
Por segunda vez, no
Middleton-on-Leven, una aldea situada en
me da tiempo a res-
el distrito de Hambleton, al Norte de
ponder cuando ya
Yorkshire. Aparco en el primer, y creo que
está escribiendo en
único, bar que se encuentra en este pe-
un papel el número
queño pueblo. Al abrir la puerta, una cam-
de teléfono. Suspiro.
panilla situada en lo alto de la puerta indica
Después de varios minutos hablando con la
mi llegada. Todos los allí presentes, gente
señora, o más bien insistiéndome en coger
de mediana edad tomando el té de la tar-
el papel con el número de su hijo, y des-
de, me observan creando en mis mejillas
pués de beber mi café, mi camino se
un ligero rubor. Me dirijo a la barra y pido
reanuda volviendo a la carretera y acor-
un café con leche. Mientras espero a que
tando esos kilómetros que me separan de
me lo sirvan, observo el mapa y comprue-
la muy nombrada ciudad.
bo que me queda menos de medio camino.
ENTREMANOS Nº 4
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