Enero 2022 | Page 25

reños y a la existencia misma de esta nación- lo cierto es, que lo que vemos es lo que ha prevalecido de aquello que hicieron quienes antes que nosotros cargaron con el honor de ser llamados hijos de esta patria.

Las bases que han caracterizado a nuestro país son malas, por ende, lo que hemos construido estos últimos años equivale a edificar un cas- tillo sobre arena. Después de hacer un recorrido breve por lo que fue de Honduras durante los siglos XIX y XX llegué a comprender que el fu- turo de la nación realmente nunca fue un tema de prioridad en la men- te de aquellos quienes juraron justamente construirnos uno mejor. Cuando un gobernante se centra más en complacer, dividir o trabajar únicamente con el tiempo que va a estar en el poder en mente, el país en vez de avanzar retrocede. Así pasó el tiempo, entre promesas y de- silusiones que cuando menos acordamos, nos encontramos con que ese futuro por el que rara vez nos preocupamos es ahora nuestro pre- sente y con que la historia no es tan impredecible después de todo, pues lo que nos espera -no solo en estos próximos cuatro años, sino en el resto de nuestra existencia como Estado Independiente- no será más que las consecuencias de las decisiones que como ciudadanos de esta nación tomemos el día de hoy. Así es, yo creo que en la medida en que el pueblo hondureño vaya despertando de su sueño profundo; en la medida en que cada hondureño desarrolle un carácter cívico, una men- te aguda; en la medida en que mi pueblo salga de ese cautiverio auto- impuesto producto de la pérdida de esperanza en un mañana mejor, consecuencia de haberse rendido hace mucho tiempo… es que empe- zaremos a notar cambios significativos.

La verdadera clave de un legado a largo plazo que sea beneficioso para todos hasta donde sea posible radica en los pequeños sacrificios que estemos dispuestos a hacer hoy, aquí y ahora. Nunca será una pér- dida de tiempo luchar por una causa, y ninguna victoria por pequeña que que sea pasa desapercibida en los anales de la historia. Para bien o para mal, nuestro presente es producto del esfuerzo que hicieron to- dos los que vinieron antes que nosotros y de la misma manera, noso- tros tenemos sobre nuestros hombros la responsabilidad de construir el presente de quienes vendrán después. Invertir ahora en educación, en mejores políticas públicas y más transparencia en procesos demo- cráticos, en la lucha contra la corrupción, en repensar nuestro modelo económico y de desarrollo, en una democracia más participativa y so- bre todo en comenzar una revolución cultural nunca será una pérdida de tiempo, ni tampoco ajenos a nuestras prioridades como ciudadanos de este país. Estos deberían ser los puntos de nuestro mapa hacia un mejor mañana, uno que parte desde nuestro fragmentado presente. Sé que las futuras generaciones agradecerán los pequeños pasos que demos hoy por mucho que se nos dificulte verlo.

Federico García Lorca ya lo dijo una vez y su servidora de manera humilde lo repetirá para dar cierre a esta narrativa: “Porque es necesario que sepáis todos que los hombres no trabajamos para nosotros sino para los que vienen detrás, y que éste es el sentido moral de todas las revoluciones […]”