Viviana Faúndez V.
“Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro
Señor, porque, teniéndome por fiel, me puso en el ministerio”
1 Timoteo 1.12.
E
sas son las palabras que resonaron en mi corazón y en
mi mente el día que me gradué del Seminario el año
97. Durante estos largos años este texto bíblico me ha
sostenido y me ha mantenido en la senda que Dios
trazó para mí. Él me ha fortalecido y fue quien me puso al servi-
cio de su obra.
Desarrollar la labor ministerial ha sido un tremendo desafío y al
mismo tiempo un hermoso privilegio. Pero para mí, no ha sido
tan sencillo porque llevo conmigo dos cualidades o condiciones
con las que debo luchar: la primera soy mujer y la segunda sol-
tera.
¿Cómo una mujer puede pastorear una congregación? y más
encima siendo soltera. Creo que estas son las dos cosas con las
que debí lidiar en el principio. Pero la Palabra de Dios me ha
confortado y me ha dado la claridad y certeza que ninguna de
estas características es impedimento para realizar la tarea que
Dios ha puesto en mis manos.
Digo desafío porque en la mente de algunos creyentes la labor
pastoral era un asunto exclusivo de varones, y ver a una mujer
en ese papel es cuestionable para algunos. Hay prejuicios en un
grupo de creyentes: algunos me llaman hermana, pues es la
forma de manifestar y dejar en claro que no aceptan ni recono-
cen a una mujer en la labor pastoral, y otros quieren saber
cuánta preparación y experiencia tengo para realizar esta labor.
Otros se preguntan cómo es que voy a bautizar a una persona
más grande y fuerte que yo. Hay que luchar con los preconcep-
tos; nuestra naturaleza humana no nos permite ver a Dios que
tiene patrones distintos a los nuestros para trabajar y usar en el
ministerio a quién él quiera. Dios obra de manera increíble.
Cuando la verdad bíblica es comprendida y asumida por el cre-
yente, se produce una relación de respeto, reconocimiento y
libertad en el ejercicio ministerial. Una de las ventajas que te-
nemos como pastoras es que hay un alto porcentaje de muje-
res y niños en nuestras congregaciones. En mi caso particular
me posibilita tener una relación más cercana y fraternal. El po-
der llegar a sus casas con libertad y estrechar un lazo que va
más allá del pulpito. Soy más detallista y sensible eso me ha
permitido ver lo que otros no logran ver.
Ser mujer me ha permitido desarrollar mi lado maternal, no
siendo madre. Los hermanos son personas y esperan de noso-
tros los pastores amor, contención y comprensión en los mo-
mentos cuando se requiere. No somos pastores de escritorio,
sino de personas que sufren, ríen, luchan, crecen y quieren
servir a Dios de mejor manera. Él nos ha dado la tarea de apa-
centar su rebaño, y para mi es la tarea más importante. He
comprendido con el paso del tiempo que debo, al igual que
Jesús, conocer a mis ovejas. Dios las puso bajo mi responsabili-
dad, por lo tanto debo amarlas y cuidarlas. Debo preocuparme
e interesarme por ellas. Mi mayor interés es que conozcan a
Jesús de tal manera que sean transformados y puedan llevar a
otros a los pies de Cristo.
Panorámica de Valdivia,
Ciudad donde pastorea Viviana.
Imposición de manos en su
Ordenación al Ministerio Pastoral.