Depósito legal AR2017000223
Número 10065
En Redes Ceilac
Año 2. No. 3
Junio, 2018
También plantea citando a Bobbio de razón en sentido fuerte y en sentido débil.
La razón en sentido fuerte o científica se usa como facultad de captar la esencia o
naturaleza de las cosas, pura y objetiva de tipo matemático, de descubrimiento,
de razonamiento deductivo. Por su parte, la razón en sentido débil o razón
prudencial hace referencia a la capacidad de razonar en todos los distintos
sentidos en que se habla de razonamiento, como inferencia, calculo, argumento,
razón dialéctica, también un componente intuitivo, que justifica lo razonable de
aplicación.
Al respecto, a la razón filosófica, creada de abstracciones, con capacidad de
sugerencias, busca explicaciones últimas. De acuerdo a Vásquez (2015) la razón
no puede limitarse a la función relacionar medios fines. Por el contrario, es la
capacidad de abstracción, de separar, de componer con los elementos separados
nuevas estructuras, encontrar elementos de una estructura en otra, de comparar.
La capacidad de abstracción es una de las cumbres de la razón del pensamiento
racional. Para este autor “El racionalismo, el uso de la razón que busca
fundamentos, que indaga por las razones, que crítica y niega la tradición, es una
fuerza libertaria” (p.80). En tal sentido, se fundamenta y se construye en la unidad
entre lo universal y lo singular.
En el mismo orden de ideas, Míguez (2014) plantea la razón analítica y dialéctica.
La primera se vincula a la linealidad en el estudio de los fenómenos (relación
causa-efecto) que apela a lo cuantitativo, dimensionarle y mensurable de la
realidad donde el sujeto investigador queda por fuera de su objeto, hecho
concreto. Por su parte, la razón dialéctica es superadora porque contiene la razón
analítica, da cuenta de una procesualidad enmarcada en la historicidad, devenir y
totalidad de una realidad compleja, en constante movimiento, donde el sujeto
queda imbuido en un proceso de retroalimentación con el objeto que hace a su
proceso de delimitación.
Ortega citado por Marías (1949) plantea la razón vital, asumiendo que la realidad
es la vida, que conduce a la evidencia de que toda visión real de las cosas es
circunstancial, la perspectiva es uno de los ingredientes de la realidad y el mundo,
referido al sujeto viviente. La razón vital “es la vida misma (…) porque vivir es no
tener más remedio que razonar ante la inexorable circunstancia” (p.91). La vida no
está hecha y para elegir entre sus posibilidades se requiere de la razón. Es una
razón narrativa, histórica, en este sentido, la razón vital constituye una vía al
pensamiento transcomplejo.
En este sentido la información se deconstruye y no sólo en los datos cuantitativos
y conocimientos de corte más objetivo, sino a lo simbólico, lo subjetivo, las
sensaciones, percepciones y lo espiritual, en fin los diferentes tipos de saberes.
Es evidente, entonces la necesidad de una razón transcompleja, asumida como
toda acción intelectual que pone en contacto con la realidad, por medio de lo cual
se encuentra con lo existencial y lo esencial, con lo inmanente y lo trascendente,
que no prejuzga la realidad, ni impone una estructura determinada, sino que es
una razón blanda, movilizada por la necesidad de dar razón de la situación real.
Implica asumir en un proceso de complementación los aportes de la razón
científica blanda, técnica, dialéctica, filosófica, vital, afectiva, los mitos, la intuición
y la imaginación (si bien estos dos últimos conceptos están fuera del alcance de
este artículo).
A este respecto vale citar a Labouvie-Vief (1994) que ubica el mito en un
renovado estatus cuando sostiene que las teorías del pensamiento deben asumir
la existencia de dos modos de conocer: el mito y el logo, que siendo competitivos
pueden funcionar perfectamente en una relación de colaboración. En el modo
mito lo conocido y el conocedor son una unidad indivisible y a partir de este lazo
se deriva el significado de la experiencia. El pensamiento y