En Redes Ceilac En Redes Ceilac No 5 | Page 28

Depósito legal AR2017000223 Número 10065 En Redes Ceilac Año 3. No. 1 Junio, 2019 "urbs", es decir, concentración física de personas y edificios. Es "civitas", lugar del civismo, o participación en los quehaceres públicos. Es "polis", lugar de política, de ejercicio de poder. Sin instituciones fuertes y representativas no hay ciudadanía. El status, los derechos y deberes reclaman instituciones públicas para garantizar el ejercicio o el cumplimiento de los mismos. La igualdad requiere acción pública permanente, las libertades urbanas soportan mal las exclusiones que generan las desigualdades económicas, sociales o culturales. La ciudadanía va estrechamente vinculada a la democracia representativa para poder realizar sus promesas. La ciudadanía es el vínculo político que se establece entre una persona y el Estado, que le permite participar en el sistema político. Por ello, el ciudadano es esencialmente el venezolano. De allí lo indicado en el artículo 39 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cuyo texto es una innovación en relación a lo que establecía la Constitución de 1999, así: "Los venezolanos y venezolanas que no estén sujetos o sujetas a inhabilitación política ni a interdicción civil, y en las condiciones de edad previstas en esta Constitución, ejercen la ciudadanía y, en consecuencia, son titulares de derechos y deberes políticos de acuerdo con esta Constitución." En el contexto presente internacional se puede observar de tal forma que nos incorporamos en las colosales sombras de la pluralidad de maneras y modos de vidas, estar a la mira cómo se descomponen identidades tradicionales y culturas originarias y prosperan otras; Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, es un complicado multiétnico que exclama su identidad sobre la asientos de la diversidad étnicas y religiosas; potencialmente la sociedad económica europea, en su progreso de combinación política, proyecta la revalorización de identidades culturales y afectivas. También las naciones dependientes y subdesarrolladas, con conflictos mayores para resguardar sus identidades, por cuanto están constantemente azotadas por patrones culturales foráneos, modelos de vida y de consumo que se acercan a las tradiciones culturales, creando mecanismos adecuados de resistencia. Por otra parte, la concepción de ciudadanía del filósofo Jürgen Habermas (1998) pone especial énfasis en la vida pública y activa de los ciudadanos. Por lo que, necesariamente, los deberes de ciudadanía aumentan. Según Habermas, “para ser verdaderamente libres, además de poder regir nuestra vida en el ámbito privado, también hemos de poder regir nuestra vida en la esfera pública”. (p.10) Ciudadanía comunitaria El modelo de ciudadanía más popular conocido como comunitario surge en los años ochenta como respuesta crítica a la teoría liberal de la justicia de John Rawls. Es un movimiento que, a diferencia de los dos anteriores, reivindica políticamente el concepto de comunidad y la idea de bien sobre la idea de lo justo. Para los comunitarios, la ciudadanía no sólo responde a valores políticos universales, como ocurre en los otros modelos, sino también a identificaciones culturales particulares y a una idea concreta de bien. Encontrar el equilibrio entre estos dos tipos de identificaciones será uno de los objetivos de Taylor y Kymlicka (2002, p.01). Identidad Nacional Identidad Es una palabra de origen latino (identĭtas) que permite nombrar al conjunto de rasgos propios de un sujeto o de una comunidad y la identidad nacional, por su parte, es una condición social, cultural y espacial. Se trata de rasgos que tienen una relación con un entorno político ya que, por lo general, las naciones están asociadas a un Estado, aunque no siempre sea así. Todos los elementos comunes que unen a un pueblo como el idioma, la religión, la gastronomía, el folklore forman este sentimiento que llamamos identidad nacional, que puede no ser asociado con el territorio en el cual viven, en el sentido de que muchos pueblos, viven o han vivido lejos de su territorio como los judíos, los gitanos, los armenios, etc., y han mantenido intacta su identidad nacional, a través de los siglos. Nación Identificamos tres modelos de ciudadanía, que parten desde diferentes puntos de vista, aunque los tres comparten cierta concepción de justicia, siguiendo la tendencia clásica de aire normativo, es decir, conceptos primarios desde los que se sigue una concepción de ciudadanía, estos tres modelos son: El modelo liberal de ciudadanía El modelo liberal de ciudadanía parte en un primer momento de la propuesta que T. H. Marshall (1998), en su ensayo ciudadanía y clase social expone en esta obra: El aumento de derechos asociados al estatus de ciudadano y cómo este estatus fue paulatinamente extendiéndose a todas las esferas de la sociedad inglesa. En primer lugar, ser ciudadano se asociaba al disfrute de una serie de derechos civiles (siglo XVIII en Inglaterra), posteriormente se añadieron los derechos políticos (siglo XIX) y finalmente los derechos sociales en el siglo XX. Consideraba así que se había llegado a la formulación final de ciudadanía: un estatus que confiere derechos a todos los miembros plenos de una comunidad política. Todos los ciudadanos son, en este sentido, iguales respecto a los derechos y deberes que acompañan al estatus. (p.01) La Ciudadanía Republicana Para los republicanos, al contrario de lo que defiende el modelo liberal clásico, la ciudadanía no es un estatus sino una práctica. Para ellos la ciudadanía es activa, no pasiva, al igual que pública no privada. Lo que nos convierte en ciudadanos es la práctica de la ciudadanía que se concreta en la participación política. La ciudadanía comporta unos deberes, los derechos son producto del proceso político, pero no su presupuesto. Los derechos son fruto de las leyes y convenciones a que han llegado los ciudadanos que participan en el proceso político, y no suponen una verdad normativa trascendente. Son derechos institucionales y no derechos del hombre, por lo que no hacen referencia a una forma idealizada de comunidad humana que busque la universalidad. De esta manera, la ciudadanía puede ser reformulada en cualquier momento y puede adaptarse a las circunstancias sociales cambiantes. Recibido Enero, 2019 Aceptado Páginas Mayo, 2019 3 La idea de nación surgió a mediados del siglo XIX como consecuencia casi directa de los eventos desencadenados por la Revolución Francesa en 1789, con el avance de Napoleón y la reorganización nacional de muchos estados europeos, la idea de nación comenzó a establecerse como uno de los elementos más importantes no sólo para un Estado o gobierno sino también para un pueblo. La nación está representada por el sentimiento de pertenencia que un individuo (y con él todos los que forman parte de su comunidad) puede tener hacia determinadas prácticas, tradiciones, formas de pensar, estructuras culturales y religiosas, etc. La nación se representa también a través de numerosos símbolos que pueden ser bien concretos al mismo tiempo que abstractos. En este sentido, la identidad nacional se fundamenta en un estado social, cultural y territorial. Es la identidad fundada en el título de nación, es decir, el sentimiento de pertenencia a una colectividad histórico-cultural definida con características diversas, rasgos de cosmovisión definidos con mayor o menor localismo o universalismo desde la cultura a la civilización, costumbres de interacción, organización social y política. La identificación con una nación suele suponer la asunción, con distintos tipos y grados de sentimiento de formas concretas que esas características toman en ella. Se da simultáneamente a otras identidades individuales o identidades colectivas basadas en cualquier otro factor, asumiéndolas, superponiéndolas, ignorándolas o negándolas. Suele tomar como referencia elementos explícitos tales como símbolos patrios, símbolos naturales y signos distintivos. Según Jürgen Habermas (1988), existen tres corrientes tradicionales que afectan claramente sobre el vínculo entre la concepto de ciudadanía y la identidad nacional: La primera es la reagrupación alemana, la autonomía de los estados europeos orientales de la influencia soviética y los problemas de nacionalidades, que se han originado en ellos y que proporcionan al futuro del estado una imprevista actualidad; en segundo lugar está la organización de la Comunidad Europea, con el reproche de la unión monetaria de 1993, pone de manifiesto la correlación presente entre estado y democracia: tras la realización de la unificación financiera supranacional, los métodos democráticos desplegados en el marco de la nación han permanecidos retrasados sin reparación; y en tercer lugar están la cantidad de desplazamientos migratorios desde las zonas pobres 28