Las palabras del patriarca Enoch quedaron escritas; ofrecemos sacrificios al
Creador, al Padre Celestial y a los ángeles luminosos y llenos de gloria.
Ofrecemos sacrificios a los cielos esplendorosos, a la Sabiduría luminosa llena
de felicidad y bienaventuranza que pertenece a los santos ángeles de la
eternidad.
Concédenos Padre Celestial el deseo y el conocimiento del sendero de rectitud,
la rectitud del Orden de la Vida celestial, la vida venturosa de los ángeles llenos
de Luz y de toda gloria.
Así como la salud es excelente, así también lo es la vida eterna, pues ambas
fluyen del Orden Celestial.
El que practica la bondad en su mente y con sus acciones en la vida, ejerce la
devoción hacia el Creador de la Vida eterna.
Ofrecemos sacrificios a los cielos superiores, al tiempo ilimitado, al océano
infinito de Vida eterna; invocamos la Ley gloriosa, invocamos al Reino de los
cielos, al tiempo ilimitado y a los ángeles; invocamos la Ley Santa y eterna.
Nosotros seguimos los senderos de las estrellas, la luna, el sol y su Luz infinita,
moviéndose en su órbita circular.
Y con veracidad de pensamiento, palabra y obra, el espíritu del hombre justo se
colocará en la Luz infinita de la Vida eterna.
El Padre Celestial me poseyó desde el comienzo de Su senda y delante de Sus
obras ya antiquísimas; yo fui eregido desde la eternidad, desde el comienzo,
cuando la Tierra aún no estaba. Cuando aún no había abismos, yo fui creado y
El todavía no había hecho la Tierra, ni los campos, ni el comienzo del polvo del
mundo. Cuando El estableció los cielos, yo estaba allí.
Cuando El puso un círculo sobre la faz del abismo, cuando El afirmó los cielos,
cuando se endurecieron los cimientos del abismo, cuando El le puso límite al
mar, para que las aguas no trasgredieran Su Ley, cuando El estableció los
fundamentos de la Tierra, entonces yo estaba en El, como un maestro y artífice
y yo era diariamente Su deleite, alegrándome siempre delante de El,
complaciéndome siempre en Su Tierra habitad y mi alegría estaba en los Hijos
de los Hombres.
Porque el Padre Celestial reina por toda la eternidad y está vestido con majestad
y fortaleza; ¡El, existe desde siempre! Los mares se han subido, oh Señor, los
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