Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Este es el primero y más grande de los mandatos. Y el segundo es
semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mayor mandato
que éstos.
CAPITULO XXIII.
Después de estas palabras todos permanecieron silenciosos, menos uno que
exclamó: Maestro ¿Qué haré si veo que una bestia va a desgarrar a mi hermano
en la selva? ¿Dejaré a mi hermano perecer o mataré la bestia feroz? ¿No
quebranto así la Ley?
Y Jesús contestó: Fue dicho en la antigüedad: Todas las bestias que se mueven
sobre la tierra, todos los peces del mar y todas las aves del cielo son dadas en
tu poder. En verdad os digo, de todas las criaturas vivientes sobre la tierra, Dios
creó solo al hombre según su imagen. Por lo cual, las bestias son para el
hombre y no el hombre para las bestias. Luego, no quebrantáis la Ley si matáis
la bestia salvaje para salvar a vuestro hermano. Porque, en verdad os digo, el
hombre es más que la bestia, pero el que mata a una bestia sin razón –aún
cuando la bestia no lo ataque, por deseos de matar, o por su carne, o por su
piel, o por sus colmillos, mala es la acción que hace, pues se torna en bestia
salvaje él mismo. Su fin es también como el fin de las bestias salvajes.
Entonces otro dijo: Moisés –el mayor de Israel, permitió a nuestros padres
comer carne de los animales limpios, y solo prohibió carne de los animales
inmundos. ¿Por qué, luego, prohíbes la carne de toda bestia?¿Cuál Ley viene
de Dios, la de Moisés o la vuestra? Y Jesús contestó:
Dios dio –a través de Moisés, diez mandamientos para vuestros padres. Esos
mandamientos son difíciles, dijeron vuestros padres y no pudieron cumplirlos.
Cuando Moisés vio esto, tuvo compasión de su pueblo y no quiso que pereciera.
Y entonces les dio diez veces diez mandamientos. Menos difíciles, para que
ellos pudieran cumplirlos.
En verdad os digo, si vuestros antepasados hubieran sido capaces de guardar
los diez mandamientos de Dios, Moisés nunca hubiera tenido necesidad de sus
diez veces diez mandamientos. Porque aquel cuyos pies son fuertes –como el
monte Zión, no necesita muletas. Mas aquel cuyos miembros tiemblan, avanza
más con muletas que sin ellas. Y Moisés dijo al Señor:
Mi corazón está lleno de angustia, pues mi pueblo se perderá, pues está sin
entendimiento, son ignorantes y no pueden entender vuestros mandamientos.
Son como niños pequeños que no pueden entender aún las palabras de su
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