ELEVANGELIO DE LOS ESENIOS | Page 26

herencia, su Reino en la tierra y en el cielo, para que en él tengáis vida eterna. Feliz el que pueda entrar en el Reino de Dios, porque jamás verá la muerte. CAPITULO XVIII. A sus palabras siguió un gran silencio. Y los que estaban desanimados, tomaron fuerzas nuevas de sus palabras y continuaron en ayuno y oración. Y el que hubo hablado primero, le dijo: perseveraré hasta el séptimo día. Y el segundo, de igual manera dijo: Y yo perseveraré también hasta siete veces siete días. Felices los que perseveran hasta el fin, les contestó Jesús, porque ellos heredarán la tierra. Y había entre ellos muchos enfermos, atormentados con tenaces dolores, quienes apenas se arrastraban a los pies de Jesús pues no podían caminar mas. Le dijeron: Maestro, estamos atormentados con el dolor, dinos que debemos hacer. Y le mostraron a Jesús sus pies, cuyos huesos estaban torcidos y anudados. Ni los ángeles del Aire, ni del Agua, ni del Sol han aliviado nuestros dolores. No obstante que nos hemos bautizado, hemos ayunado, orado y seguido vuestras palabras en todas las cosas, dijeron ellos. En verdad os digo, que vuestros huesos serán sanados. No os desaniméis, buscad vuestra curación junto al que cura los huesos; el Angel de la Tierra. De allí donde fueron tomados vuestros huesos, allí es donde volverán. Y con su mano indicó el lugar donde la corriente del agua y el calor del sol habían ablandado el barro, la tierra a las orillas del agua. Sumergid vuestros pies en el lodo, para que el abrazo del Angel de la Tierra pueda quitar de vuestros huesos toda impureza y toda enfermedad. Y vosotros veréis a Satán huir del abrazo del Angel de la Tierra. Y los nudos de vuestros huesos se desvanecerán y se enderezarán y todos vuestros dolores desaparecerán. Y los enfermos siguieron sus palabras, pues sabían que serían curados. CAPITULO XIX. Había Otros muchos enfermos que sufrían de sus dolores, no obstante, ellos perseveraban en sus ayunos. Y su fuerza estaba agotada y gran calor los atormentaba. Y cuando se hubieron levantado de sus camas para ir a Jesús, sus cabezas daban vueltas, como si un vertiginoso viento les agitara. 26