Y Jesús respondió: No dejéis que vuestro corazón se turbe; vosotros creéis en
Dios. Sabed vosotros que en la casa de nuestro Padre hay muchas mansiones,
y vuestra hermandad es como un vidrio oscuro que refleja la Hermandad
Celestial a la que todas las criaturas del cielo y la tierra pertenecen.
La Hermandad es la vid y nuestro Padre Celestial el que la cultiva. Toda rama
nuestra que no da fruto, El la corta y toda rama nuestra que da fruto El la limpia
para que pueda dar mas fruto. Mora en nosotros y nosotros en El.
Como la rama que por si misma no da fruto, salvo la que está en la vid, así
tampoco podéis vosotros dar fruto, salvo los que moran en la Sagrada Ley, que
es la roca sobre la que nuestra Hermandad permanece. El que mora en la Ley,
de la misma manera da mucho fruto, pues fuera de la Ley no podéis hacer nada.
Si un hombre no mora en la Ley, es cortado como una rama y éstas se
marchitan y se juntan para echarlas al fuego y quemarlas.
Y como los Hermanos que moran en el Amor de los unos a los otros, como el
Angel del Amor les enseña, así os pedimos que os améis los unos a los otros.
Mayor Amor que éste nadie tiene, enseñar la Sagrada Ley los unos a los otros y
amar al otro como a si mismo. El Padre Celestial está en nosotros y nosotros
estamos en El y extendemos nuestras manos de amor y pedimos que puedas
ser uno así como nosotros somos uno. Pues tu Padre en el cielo te amó antes
de la creación del mundo.
FRAGMENTOS DEL LIBRO DE LAS REVELACIONES (El Apocalipsis)
DE LOS ESENIOS.
He aquí que el Angel del Aire Lo traerá y todos los ojos Lo verán y la
Hermandad, toda la vasta Hermandad de la Tierra, levantará su voz como uno y
cantará debido a El. Así es, así sea.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que fue y el que
vendrá.
Y la voz hablaba y giré para ver la voz que hablaba conmigo y habiendo girado,
vi siete lámparas y en medio de su luz brillante vi a uno como el Hijo del
Hombre, vestido de blanco, blanco como la nieve. Y su voz llenaba el aire con
un sonido como de agua tempestuosa y en sus manos tenía siete estrellas,
llenas de la Luz ardiente de los cielos, de donde ellas venían.
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