que manchan el templo de vuestro cuerpo. Aún de todos lo errores que habitan
en vuestro cuerpo y que os atormentan con toda clase de dolores.
De cierto os digo, el bautismo del agua os libra de todo ésto. Repetid el
bautismo de agua cada día de vuestro ayuno. Hasta el día en que veáis que el
agua que fluye de vuestro cuerpo es pura como la espuma del río.
Luego llevad vuestro cuerpo al agua corriente del río y allí en los brazos del
Angel del Agua rendid gracias al Dios viviente que os ha librado de vuestros
errores. Y este santo bautismo del Angel del Agua, es renacer a nueva vida,
pues, en el futuro vuestros ojos verán y vuestros oídos oirán.
No erréis mas, por lo tanto, después de vuestro bautismo a fin de que los
ángeles del Aire y del Agua moren eternamente en vos y os sirvan siempre. Y si
subsiste todavía algo de vuestros antiguos errores e impurezas buscad el Angel
del Sol.
Quitad vuestro calzado y vestiduras y permitid que el Angel del Sol descienda a
vos. Luego aspirad largo y profundamente a fin de que el Angel del Sol
descienda a vos. Y el Angel de la Luz del Sol arrojará de vuestro cuerpo todo el
mal olor e impurezas que manchen el exterior de vuestro cuerpo. Y toda
impureza y podredumbre saldrán de vos, así como la oscuridad de la noche se
desvanece con la claridad del Sol cuando se levanta.
Porque en verdad os digo, sagrado es el Angel de la Luz del Sol que purifica
todo lo impuro y que hace las cosas mal olientes de olores suaves y dulces.
Nadie podría llegar a la presencia de Dios si el Angel de la Luz del Sol no se lo
permite. En verdad, todos deben renacer de Sol y de verdad. Porque vuestro
cuerpo toma calor de la Luz del Sol, de la Madre Tierra, y vuestro espíritu toma
calor de la Luz del Sol de la Verdad, del Padre Celestial.
Los Angeles del Aire, del Agua y del Sol son hermanos. Le fueron dados al Hijo
del Hombre para que le sirvan y para que pueda ir siempre de uno a otro.
Sagrados son de igual modo sus abrazos. Son los hijos inseparables de la
Madre Tierra, así que no separéis aquello que está unido por la tierra y el cielo.
Permitid que estos tres ángeles dancen a diario a vuestro alrededor y que
habiten con vos en todos vuestros ayunos.
CAPITULO VIII.
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