Y Enoch caminó con Dios y no era él, pues Dios lo conducía. (Génesis de los
Esenios 5-24).
La Ley estaba plantada en el Edén de la Hermandad, para iluminar el corazón
del hombre y enseñarle todas las formas de la virtud verdadera; espíritu humilde,
temperamento equilibrado, naturaleza abierta, mente compasiva, bondad eterna,
entendimiento y visión internas, sabiduría poderosa que cree en las obras de
Dios, plena confianza en muchas bendiciones, espíritu de reflexión en todas las
cosas de la Gran Orden, sentimientos sinceros hacia todos los Hijos de la
Verdad, pureza radiante que deseche toda impureza, discreción respecto a
todos los aspectos ocultos de la verdad y secretos dela reflexión interna. (Del
manual de disciplina de los manuscritos del Mar Muerto).
Me has dado a conocer Tus profundas y misteriosas cosas. Todas las cosas
existen por Ti y no existe nadie aparte de Ti. Has conducido mi corazón de
acuerdo con la Ley para que mis pasos se dirijan por los caminos correctos y
caminen donde está Tu presencia. (Del Libro de los himnos de los manuscritos
del Mar Muerto).
La Ley estaba plantada para recompensar a los Hijos de la Luz con salud y Paz
abundantes, con larga vida, con la simiente fructífera de eternas bendiciones,
con gozo eterno en la Inmortalidad de la Luz Eterna. (Del manual de disciplina
de los manuscritos del Mar Muerto).
Te agradezco, Padre Celestial, porque me has colocado en una fuente de
arroyos fluidos, en un manantial de vida en una tierra de sequía, irrigando un
jardín eterno de prodigios; el Arbol de la Vida, misterio de misterios, que
extiende sus ramas infinitamente, pues, el plantío eterno sumerge sus raíces en
el arroyo de vida de una fuente eterna. Y Tu, Padre Celestial, proteges sus
frutos con los Angeles del Día y de la Noche y con llamas de Luz Eterna
ardiendo por doquier. (De los Salmos de Acción de Gracias de los manuscritos
del Mar Muerto).
Agradecido estoy, Padre Celestial, pues me has elevado a la cima eterna y ando
en el esplendor del llano. Me guiaste desde las profundidades de la tierra, para
estar en vuestra compañía eterna. Has purificado mi cuerpo para unirse al
ejército de los ángeles de la Tierra y a mi espíritu comunicarse con la
congregación de los ángeles celestiales. Diste al hombre la eternidad para
alabar en la alborada y en el crepúsculo Tus obras y prodigios, con jubiloso
cántico. (De los Salmos de Acción de Gracias de los manuscritos del Mar
Muerto).
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